DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO Ciclo A
Domingo 17 de septiembre 2017
NO TE ENOJES CON TU PRÓJIMO
Con una parábola original exhibe el Señor Jesús la ingratitud de
quienes hemos sido perdonados innumerables ocasiones por Dios, sin corresponder
con la misma generosidad hacia quienes nos ofendieron. La disparidad entre la
deuda perdonada al deudor reacio y la insignificante suma que le debía su compañero,
exhibe el tamaño de nuestra mezquindad. El comentario final resulta
innecesario. Cualquier lector sabría apropiarse de esa enseñanza. De hecho, el
libro del Sirácide así lo planteaba desde tiempo atrás: el corazón del hombre
rencoroso no puede acercarse a Dios para pedirle perdón. La misma secuencia que
apreciamos en la oración del Padre Nuestro, está presente en estas sabias
enseñanzas: quien se adelante a perdonar a su prójimo, recibirá el perdón de
sus pecados.
ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Si 36, 18
Concede, Señor, la paz a los que esperan en ti, y cumple así las
palabras de tus profetas; escucha las plegarias de tu siervo, y de tu pueblo
Israel.
GLORIA
Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el
Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te
glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre
todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado
del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende
nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de
nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo,
Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.
Amén.
ORACIÓN COLECTA
Señor Dios, creador y soberano de todas las cosas, vuelve a nosotros
tus ojos y concede que te sirvamos de todo corazón, para que experimentemos los
efectos de tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
Perdona la ofensa a tu prójimo para obtener tú el perdón.
Del libro del Eclesiástico (Sirácide): 27, 33-28, 9
Cosas abominables son el rencor y la cólera; sin embargo, el pecador se
aferra a ellas. El Señor se vengará del vengativo y llevará rigurosa cuenta de
sus pecados.
Perdona la ofensa a tu prójimo, y así, cuando pidas perdón, se te
perdonarán tus pecados. Si un hombre le guarda rencor a otro, ¿le puede acaso
pedir la salud al Señor?
El que no tiene compasión de un semejante, ¿cómo pide perdón de sus
pecados? Cuando el hombre que guarda rencor pide a Dios el perdón de sus pecados,
¿hallará quien interceda por él?
Piensa en tu fin y deja de odiar, piensa en la corrupción del sepulcro
y guarda los mandamientos.
Ten presentes los mandamientos y no guardes rencor a tu prójimo.
Recuerda la alianza del Altísimo y pasa por alto las ofensas.
Palabra de Dios. T. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 102, 1-2. 3-4. 9-10. 11-12.
R/. El Señor es compasivo y misericordioso.
Bendice al Señor, alma mía; que todo mi ser bendiga su santo nombre.
Bendice al Señor, alma mía y no te olvides de sus beneficios. R/.
El Señor perdona tus pecados y cura tus enfermedades; él rescata tu
vida del sepulcro y te colma de amor y de ternura. R/.
El Señor no nos condena para siempre, ni nos guarda rencor perpetuo. No
nos trata como merecen nuestras culpas, ni nos paga según nuestros pecados. R/.
Como desde la tierra hasta el cielo, así es de grande su misericordia;
como un padre es compasivo con sus hijos, así es compasivo el Señor con quien
lo ama. R/.
SEGUNDA LECTURA
En la vida y en la muerte somos del Señor.
De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 14, 7-9
Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni muere para sí
mismo. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos.
Por lo tanto, ya sea que estemos vivos o que hayamos muerto, somos del Señor.
Porque Cristo murió y resucitó para ser Señor de vivos y muertos.
Palabra de Dios. T. Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Jn 13, 34
R/. Aleluya, aleluya.
Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor, que se amen los unos a los
otros, como yo los he amado. R/.
EVANGELIO
No te digo que perdones siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Del santo Evangelio según san Mateo: 18, 21-35
En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: "Si mi
hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete
veces?". Jesús le contestó: "No sólo hasta siete, sino hasta setenta
veces siete".
Entonces Jesús les dijo: "El Reino de los cielos es semejante a un
rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron
le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo
vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la
deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: 'Ten
paciencia conmigo y te lo pagaré todo'. El rey tuvo lástima de aquel servidor,
lo soltó y hasta le perdonó la deuda.
Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus
compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi
lo estrangulaba, mientras le decía: 'Págame lo que me debes'. El compañero se
le arrodilló y le rogaba: 'Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo'. Pero el
otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le
pagara la deuda.
Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron
a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: 'Siervo malvado.
Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también
haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?'. Y el
señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta
que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no
perdona de corazón a su hermano". Palabra del Señor. T. Gloria a ti, Señor
Jesús.
PROFESIÓN DE FE
CREDO NICENO CONSTANTINOPOLITANO
Creo en un sólo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la
tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un sólo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios,
Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la
misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los
hombres, y por nuestra salvación bajo del cielo, y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue
crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al
tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha
del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su
reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que
procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma
adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es
una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un sólo Bautismo para el
perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del
mundo futuro.
Amén.
PLEGARIA UNIVERSAL
Imploremos, hermanos, la misericordia de Dios y pidámosle que escuche
las oraciones de los que hemos puesto nuestra confianza en él y digámosle: Te
rogamos, Señor. (R/. Te rogamos, Señor.)
Para los obispos, los presbíteros y los diáconos pidamos al Señor una
vida santa, tal como corresponde a su ministerio y el premio abundante de su
trabajo, roguemos al Señor.
Para los que gobiernan las naciones y tienen bajo su poder el destino
de los pueblos pidamos el donde la prudencia y el espíritu de justicia,
roguemos al Señor.
Para los enfermos e impedidos pidamos al Señor la fortaleza necesaria a
fin de que no se desanimen ante las dificultades y vivan alegres en la
esperanza de los bienes eternos, roguemos al Señor.
Para nosotros mismos y para nuestros familiares, amigos y bienhechores
pidamos al Señor que nos conserve y aumente los bienes que con tanta
generosidad nos ha concedido, roguemos al Señor.
Señor Dios, compasivo y misericordioso, que siempre perdonas a los que
perdonan a sus hermanos, escucha nuestras oraciones y crea en nosotros un
corazón nuevo, que, como reflejo de Cristo, olvide las ofensas recibidas y
recuerde a los demás hasta qué punto tú nos amas. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Sé propicio, Señor, a nuestras plegarias y acepta benignamente estas
ofrendas de tus siervos, para que aquello que cada uno ofrece en honor de tu
nombre aproveche a todos para su salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO
El Misterio de la salvación
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y fuente de salvación
darte gracias y alabarte siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios
todopoderoso y eterno, por Cristo Señor nuestro. Quien, compadecido del
extravío de los hombres, quiso nacer de la Virgen María; muriendo en la cruz,
nos libró de la muerte eterna y, resucitando, nos dio vida eterna. Por eso, con
los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin
cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del universo,
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Sal 35, 8
Señor Dios, qué preciosa es tu misericordia. Por eso los hombres se
acogen a la sombra de tus alas.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que el efecto de este don celestial, Señor, transforme nuestro cuerpo y
nuestro espíritu, para que sea su fuerza, y no nuestro sentir, lo que siempre
inspire nuestras acciones. Por Jesucristo, nuestro Señor.
UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO
La violencia produce violencia, afirman los expertos que analizan el
incremento de las ejecuciones y asesinatos en nuestro país. También lo había
dicho, sin necesidad de análisis o de estudios, el Señor Jesús: "el que a
hierro mata a hierro muere". Nuestra incapacidad de perdonar se acrecienta
cuando hacemos que crezca en nosotros el enojo y el resentimiento. Es necesario
desarraigarlos de nuestro interior lo antes posible, para que no fructifiquen
en acciones y palabras violentas. De un corazón exento de pensamientos de
venganza, va brotando la reconciliación y el perdón. Nadie da lo que no tiene.
Para perdonar hay que vivir primero una espiritualidad del perdón. Como todas
las actitudes significativas de nuestra vida, la capacidad de perdonar no se
improvisa. Es un proceso que aprendemos en la familia y consolidamos en todas
nuestras relaciones sociales. Necesitamos organizar verdaderas escuelas para el
perdón y la reconciliación.
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