sábado, 16 de septiembre de 2017

DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO Ciclo A Domingo 17 de septiembre 2017



DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO Ciclo A
Domingo 17 de septiembre 2017

NO TE ENOJES CON TU PRÓJIMO


Con una parábola original exhibe el Señor Jesús la ingratitud de quienes hemos sido perdonados innumerables ocasiones por Dios, sin corresponder con la misma generosidad hacia quienes nos ofendieron. La disparidad entre la deuda perdonada al deudor reacio y la insignificante suma que le debía su compañero, exhibe el tamaño de nuestra mezquindad. El comentario final resulta innecesario. Cualquier lector sabría apropiarse de esa enseñanza. De hecho, el libro del Sirácide así lo planteaba desde tiempo atrás: el corazón del hombre rencoroso no puede acercarse a Dios para pedirle perdón. La misma secuencia que apreciamos en la oración del Padre Nuestro, está presente en estas sabias enseñanzas: quien se adelante a perdonar a su prójimo, recibirá el perdón de sus pecados.


ANTÍFONA DE ENTRADA Cfr. Si 36, 18
Concede, Señor, la paz a los que esperan en ti, y cumple así las palabras de tus profetas; escucha las plegarias de tu siervo, y de tu pueblo Israel.


GLORIA
Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo.
Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.
Amén.


ORACIÓN COLECTA
Señor Dios, creador y soberano de todas las cosas, vuelve a nosotros tus ojos y concede que te sirvamos de todo corazón, para que experimentemos los efectos de tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo...


LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA

Perdona la ofensa a tu prójimo para obtener tú el perdón.

Del libro del Eclesiástico (Sirácide): 27, 33-28, 9

Cosas abominables son el rencor y la cólera; sin embargo, el pecador se aferra a ellas. El Señor se vengará del vengativo y llevará rigurosa cuenta de sus pecados.
Perdona la ofensa a tu prójimo, y así, cuando pidas perdón, se te perdonarán tus pecados. Si un hombre le guarda rencor a otro, ¿le puede acaso pedir la salud al Señor?
El que no tiene compasión de un semejante, ¿cómo pide perdón de sus pecados? Cuando el hombre que guarda rencor pide a Dios el perdón de sus pecados, ¿hallará quien interceda por él?
Piensa en tu fin y deja de odiar, piensa en la corrupción del sepulcro y guarda los mandamientos.
Ten presentes los mandamientos y no guardes rencor a tu prójimo. Recuerda la alianza del Altísimo y pasa por alto las ofensas.
Palabra de Dios. T. Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL

Del salmo 102, 1-2. 3-4. 9-10. 11-12.
R/. El Señor es compasivo y misericordioso.

Bendice al Señor, alma mía; que todo mi ser bendiga su santo nombre. Bendice al Señor, alma mía y no te olvides de sus beneficios. R/.

El Señor perdona tus pecados y cura tus enfermedades; él rescata tu vida del sepulcro y te colma de amor y de ternura. R/.
El Señor no nos condena para siempre, ni nos guarda rencor perpetuo. No nos trata como merecen nuestras culpas, ni nos paga según nuestros pecados. R/.

Como desde la tierra hasta el cielo, así es de grande su misericordia; como un padre es compasivo con sus hijos, así es compasivo el Señor con quien lo ama. R/.


SEGUNDA LECTURA

En la vida y en la muerte somos del Señor.

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos: 14, 7-9

Hermanos: Ninguno de nosotros vive para sí mismo, ni muere para sí mismo. Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Por lo tanto, ya sea que estemos vivos o que hayamos muerto, somos del Señor. Porque Cristo murió y resucitó para ser Señor de vivos y muertos.
Palabra de Dios. T. Te alabamos, Señor.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Jn 13, 34
R/. Aleluya, aleluya.

Les doy un mandamiento nuevo, dice el Señor, que se amen los unos a los otros, como yo los he amado. R/.


EVANGELIO

No te digo que perdones siete veces, sino hasta setenta veces siete.

Del santo Evangelio según san Mateo: 18, 21-35

En aquel tiempo, Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: "Si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?". Jesús le contestó: "No sólo hasta siete, sino hasta setenta veces siete".
Entonces Jesús les dijo: "El Reino de los cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus servidores. El primero que le presentaron le debía muchos millones. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su mujer, a sus hijos y todas sus posesiones, para saldar la deuda. El servidor, arrojándose a sus pies, le suplicaba, diciendo: 'Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo'. El rey tuvo lástima de aquel servidor, lo soltó y hasta le perdonó la deuda.
Pero, apenas había salido aquel servidor, se encontró con uno de sus compañeros, que le debía poco dinero. Entonces lo agarró por el cuello y casi lo estrangulaba, mientras le decía: 'Págame lo que me debes'. El compañero se le arrodilló y le rogaba: 'Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo'. Pero el otro no quiso escucharlo, sino que fue y lo metió en la cárcel hasta que le pagara la deuda.
Al ver lo ocurrido, sus compañeros se llenaron de indignación y fueron a contar al rey lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: 'Siervo malvado. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. ¿No debías tú también haber tenido compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?'. Y el señor, encolerizado, lo entregó a los verdugos para que no lo soltaran hasta que pagara lo que debía.
Pues lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes, si cada cual no perdona de corazón a su hermano". Palabra del Señor. T. Gloria a ti, Señor Jesús.


PROFESIÓN DE FE

CREDO NICENO CONSTANTINOPOLITANO

Creo en un sólo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un sólo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajo del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un sólo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.
Amén.


PLEGARIA UNIVERSAL
Imploremos, hermanos, la misericordia de Dios y pidámosle que escuche las oraciones de los que hemos puesto nuestra confianza en él y digámosle: Te rogamos, Señor. (R/. Te rogamos, Señor.)

Para los obispos, los presbíteros y los diáconos pidamos al Señor una vida santa, tal como corresponde a su ministerio y el premio abundante de su trabajo, roguemos al Señor.

Para los que gobiernan las naciones y tienen bajo su poder el destino de los pueblos pidamos el donde la prudencia y el espíritu de justicia, roguemos al Señor.

Para los enfermos e impedidos pidamos al Señor la fortaleza necesaria a fin de que no se desanimen ante las dificultades y vivan alegres en la esperanza de los bienes eternos, roguemos al Señor.

Para nosotros mismos y para nuestros familiares, amigos y bienhechores pidamos al Señor que nos conserve y aumente los bienes que con tanta generosidad nos ha concedido, roguemos al Señor.

Señor Dios, compasivo y misericordioso, que siempre perdonas a los que perdonan a sus hermanos, escucha nuestras oraciones y crea en nosotros un corazón nuevo, que, como reflejo de Cristo, olvide las ofensas recibidas y recuerde a los demás hasta qué punto tú nos amas. Por Jesucristo, nuestro Señor.


ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Sé propicio, Señor, a nuestras plegarias y acepta benignamente estas ofrendas de tus siervos, para que aquello que cada uno ofrece en honor de tu nombre aproveche a todos para su salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.


PREFACIO

El Misterio de la salvación

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y fuente de salvación darte gracias y alabarte siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo Señor nuestro. Quien, compadecido del extravío de los hombres, quiso nacer de la Virgen María; muriendo en la cruz, nos libró de la muerte eterna y, resucitando, nos dio vida eterna. Por eso, con los ángeles y los arcángeles y con todos los coros celestiales, cantamos sin cesar el himno de tu gloria:
Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del universo,
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor. Hosanna en el cielo.


ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Cfr. Sal 35, 8
Señor Dios, qué preciosa es tu misericordia. Por eso los hombres se acogen a la sombra de tus alas.


ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que el efecto de este don celestial, Señor, transforme nuestro cuerpo y nuestro espíritu, para que sea su fuerza, y no nuestro sentir, lo que siempre inspire nuestras acciones. Por Jesucristo, nuestro Señor.


UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO

La violencia produce violencia, afirman los expertos que analizan el incremento de las ejecuciones y asesinatos en nuestro país. También lo había dicho, sin necesidad de análisis o de estudios, el Señor Jesús: "el que a hierro mata a hierro muere". Nuestra incapacidad de perdonar se acrecienta cuando hacemos que crezca en nosotros el enojo y el resentimiento. Es necesario desarraigarlos de nuestro interior lo antes posible, para que no fructifiquen en acciones y palabras violentas. De un corazón exento de pensamientos de venganza, va brotando la reconciliación y el perdón. Nadie da lo que no tiene. Para perdonar hay que vivir primero una espiritualidad del perdón. Como todas las actitudes significativas de nuestra vida, la capacidad de perdonar no se improvisa. Es un proceso que aprendemos en la familia y consolidamos en todas nuestras relaciones sociales. Necesitamos organizar verdaderas escuelas para el perdón y la reconciliación.

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