viernes, 29 de septiembre de 2017

UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO 20171001



 La parábola evangélica de los dos hijos (Mt 21, 28-32) exhibe la falsa espiritualidad de quienes gustan de vivir en el mundo de las apariencias. Quien no sabe decir no y pronuncia un "sí" de los dientes para afuera, podrá engañar una vez, pero no más. Más temprano que tarde quedan patentes nuestras excusas y mentiras. En la relación con Dios no funcionan las declaraciones diplomáticas ni la falsa obediencia. Por un cierto tiempo podemos engañar a los demás, pero es imposible engañarnos a nosotros mismos y mucho menos engañar a Dios. El Señor Jesús no soportaba la hipocresía ni la doble moral que practicaban muchos escribas y fariseos en Israel. Quienes nos declaramos creyentes dispuestos a obedecer a Dios en el ámbito de las celebraciones sacramentales, sin hacer el debido esfuerzo para cumplir lo que prometemos, pecamos de ingenuidad. Dios nos conoce y no se entusiasma por nuestras promesas vanas.


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