Un corazón
quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias.
"Un corazón
quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias". Estas palabras son
como el meollo del salmo 50, el más intenso y bello de los escritos para
expresar la contrición. El salmista está convencido de que Dios no reclama
sacrificios rituales para perdonar nuestras culpas, Nos pide un corazón
contrito, sinceramente arrepentido de haberlo ofendido. Entre los elementos de
una buena confesión sacramental, el principal es el dolor de los pecados. De
nada servirían la "confesión de boca" y el cumplimiento de la
"penitencia" impuesta por el confesor, si no hubiera arrepentimiento
de los propios pecados, el cual presupone también el "propósito de
enmienda".
No hay comentarios:
Publicar un comentario