jueves, 15 de febrero de 2018

Un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias.



Un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias.


"Un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias". Estas palabras son como el meollo del salmo 50, el más intenso y bello de los escritos para expresar la contrición. El salmista está convencido de que Dios no reclama sacrificios rituales para perdonar nuestras culpas, Nos pide un corazón contrito, sinceramente arrepentido de haberlo ofendido. Entre los elementos de una buena confesión sacramental, el principal es el dolor de los pecados. De nada servirían la "confesión de boca" y el cumplimiento de la "penitencia" impuesta por el confesor, si no hubiera arrepentimiento de los propios pecados, el cual presupone también el "propósito de enmienda".

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