DOMINGO DE RAMOS “DE LA PASIÓN DEL SEÑOR” Ciclo B
Domingo 25 de marzo 2018
EL SEÑOR ME AYUDA
El relato de la Pasión recoge los incidentes y los
diálogos decisivos que los testigos del camino de la cruz lograron
preservarnos. El simulacro de juicio, las burlas de los soldados, las
declaraciones sesgadas de testigos sobornados, las negaciones de Pedro y la
huida de los discípulos, contrastan con la firme perseverancia de Jesús que no
se deja intimidar por la confabulación de sacerdotes y reyes. Sabe que su causa
está en manos de Dios y resiste sin resentimiento los ultrajes de sus captores.
Cuando la brutalidad de los verdugos lo orilla a la muerte, se abandona
confiadamente en su Padre planteando una súplica dolorosa y confiada. A
contraluz del cántico de Isaías podemos comprender el origen de su fidelidad
perseverante. Cuando todo se oscurecía a su alrededor, sacó fuerzas de
flaqueza, reafirmado su más firme certidumbre:
Después de la procesión o de la entrada solemne, el
sacerdote comienza la misa con la oración colecta
ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que
nuestro Salvador se hiciera hombre y padeciera en la cruz para dar al género
humano ejemplo de humildad, concédenos, benigno, seguir las enseñanzas de su
pasión y que merezcamos participar de su gloriosa resurrección. Él, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los
siglos.
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
No aparté mi rostro de los insultos, y sé que no
quedaré avergonzado.
Del libro del profeta Isaías: 50, 4-7
En aquel entonces, dijo Isaías: "El Señor me
ha dado una lengua experta, para que pueda confortar al abatido con palabras de
aliento. Mañana tras mañana, el Señor despierta mi oído, para que escuche yo,
como discípulo. El Señor Dios me ha hecho oír sus palabras y yo no he opuesto
resistencia ni me he echado para atrás. Ofrecí la espalda a los que me golpeaban,
la mejilla a los que me tiraban de la barba. No aparté mi rostro de los
insultos y salivazos. Pero el Señor me ayuda por eso no quedaré confundido, por
eso endurecí mi rostro como roca y sé que no quedaré avergonzado".
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL
Del salmo 21, 8-9.77-18a. 19-20.23-24
R/. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Todos los que me ven, de mí se burlan; me hacen
gestos y dicen: "Confiaba en el Señor, pues que él lo salve; si de veras
lo ama, que lo libre". R/.
Los malvados me cercan por doquiera como rabiosos
perros. Mis manos y mis pies han taladrado y se pueden contar todos mis huesos.
R/.
Reparten entre sí mis vestiduras y se juegan mi
túnica a los dados. Señor, auxilio mío, ven y ayúdame, no te quedes de mí tan
alejado. R/.
Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la
asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alábenlo; glorifícalo, linaje de Jacob;
témelo, estirpe de Israel. R/.
SEGUNDA LECTURA
Cristo se humilló a sí mismo, por eso Dios lo
exaltó,
De la carta del apóstol san Pablo a los filipenses:
2, 6-11
Cristo, siendo Dios, no consideró que debía
aferrarse a las prerrogativas de su condición divina, sino que, por el
contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de siervo, y se hizo
semejante a los hombres. Así, hecho uno de ellos, se humilló a sí mismo y por
obediencia aceptó incluso la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todas las cosas y le
otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que, al nombre de Jesús,
todos doblen la rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y todos
reconozcan públicamente que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Flp 2. 8-9
R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Cristo se humilló por nosotros y por obediencia
aceptó incluso la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre
todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre. R/.
EVANGELIO
PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
SEGÚN SAN MARCOS: 14, 1-15, 47
(La señal de cruz †, se refiere a Cristo; la C, al
cronista, y la S, a la sinagoga).
C Faltaban dos días para la fiesta de Pascua y de
los panes Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas andaban buscando una
manera de apresar a Jesús a traición y darle muerte, pero decían:
S "No durante las fiestas, porque el pueblo
podría amotinarse".
C Estando Jesús sentado a la mesa, en casa de Simón
el leproso, en Betania, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de
nardo puro; quebró el frasco y derramó el perfume en la cabeza de Jesús.
Algunos comentaron indignados:
S "¿A qué viene este derroche de perfume?
Podía haberse vendido por más de trescientos denarios para dárselos a los
pobres".
C Y criticaban a la mujer; pero Jesús replicó:
† "Déjenla. ¿Por qué la molestan? Lo que ha
hecho conmigo está bien, porque a los pobres los tienen siempre con ustedes y
pueden socorrerlos cuando quieran; pero a mí no me tendrán siempre. Ella ha
hecho lo que podía. Se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura.
Yo les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se predique el Evangelio,
se recordará también en su honor lo que ella ha hecho conmigo".
C Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a
los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le
prometieron dinero; y él andaba buscando una buena ocasión para entregarlo. El
primer día de la fiesta de los panes ázimos, cuando se sacrificaba el cordero
pascual, le preguntaron a Jesús sus discípulos:
S "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la
cena de Pascua?".
C. Él les dijo a dos de ellos:
† "Vayan a la ciudad. Encontrarán a un hombre
que lleva un cántaro de agua; síganlo y díganle al dueño de la casa en donde
entre: 'El Maestro manda preguntar: ¿Dónde está la habitación en que voy a
comer la Pascua con mis discípulos?'. Él les enseñará una sala en el segundo
piso arreglada con divanes. Prepárenos allí la cena".
C Los discípulos se fueron, llegaron a la ciudad,
encontraron lo que Jesús les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Al
atardecer, llegó Jesús con los Doce. Estando a la mesa, cenando, les dijo:
† "Yo les aseguro que uno de ustedes, uno que
está comiendo conmigo, me va a entregar".
C Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno
tras otro:
S "¿Soy yo?".
C El respondió:
† "Uno de los Doce; alguien que moja su pan en
el mismo plato que yo. El Hijo del hombre va a morir, como está escrito: pero
¡ay del que va a entregar al Hijo del hombre! ¡Más le valiera no haber
nacido!".
C Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronunció la
bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo:
† "Tomen: esto es mi cuerpo".
C Y tomando en sus manos una copa de vino,
pronunció la acción de gracias, se la dio, todos bebieron y les dijo:
† "Esta es mi sangre, sangre de la alianza,
que se derrama por todos. Yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la
vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios".
C Después de cantar el himno, salieron hacia el
monte de los Olivos y Jesús les dijo:
† "Todos ustedes se van a escandalizar por mi
causa, como está escrito: 'Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas' pero
cuando resucite, iré por delante de ustedes a Galilea".
C Pedro replicó:
S "Aunque todos se escandalicen, yo no".
C Jesús le contestó:
† "Yo te aseguro que hoy, esta misma noche,
antes de que el gallo cante dos veces, tú me negarás tres".
C Pero él insistía:
S "Aunque tenga que morir contigo, no te
negaré".
C Y los demás decían lo mismo. Fueron luego a un
huerto, llamado Getsemaní, y Jesús dijo a sus discípulos:
† "Siéntense aquí mientras hago oración".
C Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan; empezó a
sentir terror y angustia, y les dijo:
† "Tengo el alma llena de una tristeza mortal.
Quédense aquí, velando".
C Se adelantó un poco, se postró en tierra y pedía
que, si era posible, se alejara de Él aquella hora. Decía: "Padre, tú lo
puedes todo: aparta de mí este cáliz. Pero que no se haga lo que yo quiero,
sino lo que tú quieres".
C Volvió a donde estaban los discípulos, y al encontrarlos
dormidos, dijo a Pedro:
† "Simón, ¿estás dormido? ¿No has podido velar
ni una hora? Velen y oren, para que no caigan en la tentación. El espíritu está
pronto, pero la carne es débil".
C De nuevo se retiró y se puso a orar, repitiendo
las mismas palabras.
Volvió y otra vez los encontró dormidos, porque
tenían los ojos cargados de sueño, por eso no sabían qué contestarle. Él les
dijo:
† "Ya pueden dormir y descansar. ¡Basta! Ha
llegado la hora. Miren que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de
los pecadores. ¡Levántense! ¡Vamos! Ya está cerca el traidor".
C Todavía estaba hablando, cuando se presentó
Judas, uno de los Doce, y con él, gente con espadas y palos, enviada por los
sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado una
contraseña, diciéndoles:
S "Al que yo bese, ése es. Deténganlo y
llévenselo bien sujeto".
C Llegó, se acercó y le dijo:
S "Maestro".
C Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo apresaron.
Pero uno de los presentes desenvainó la espada y de un golpe le cortó la oreja
a un criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo:
† "¿Salieron ustedes a apresarme con espadas y
palos, como si se tratara de un bandido? Todos los días he estado entre
ustedes, enseñando en el templo y no me han apresado. Pero así tenía que ser
para que se cumplieran las Escrituras".
C Todos lo abandonaron y huyeron. Lo iba siguiendo
un muchacho, envuelto nada más con una sábana y lo detuvieron; pero él soltó la
sábana y se les escapó desnudo. Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote y
se reunieron todos los pontífices, los escribas y los ancianos. Pedro lo fue
siguiendo de lejos hasta el interior del patio del sumo sacerdote y se sentó
con los criados, cerca de la lumbre, para calentarse. Los sumos sacerdotes y el
sanedrín en pleno buscaban una acusación contra Jesús para condenarlo a muerte
y no la encontraban. Pues, aunque muchos presentaban falsas acusaciones contra
El, los testimonios no concordaban. Hubo unos que se pusieron de pie y dijeron:
S "Nosotros lo hemos oído decir:
`Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y
en tres días construirá otro, no edificado por hombres'.
C Pero ni aun en esto concordaba su testimonio.
Entonces el sumo sacerdote se puso de pie y le preguntó a Jesús:
S "¿No tienes nada que responder a todas esas
acusaciones?".
C Pero Él no le respondió nada. El sumo sacerdote
le volvió a preguntar:
S "¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios
bendito?".
C Jesús contestó:
† "Sí lo soy. Y un día verán cómo el Hijo del
hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y cómo viene entre las nubes
del cielo".
C El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras
exclamando:
S "¿Qué falta hacen ya más testigos? Ustedes
mismos han oído la blasfemia. ¿Qué les parece?".
C Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se
pusieron a escupirle, y tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:
S "Adivina quién fue",
C Y los criados también le daban de bofetadas.
Mientras tanto, Pedro estaba abajo, en el patio. Llegó una criada del sumo
sacerdote, y al ver a Pedro calentándose, lo miró fijamente y le dijo:
S "Tú también andabas con Jesús
Nazareno".
C Él lo negó, diciendo:
S "Ni sé ni entiendo lo que quieres decir".
C Salió afuera hacia el zaguán, y un gallo cantó.
La criada, al verlo, se puso de nuevo a decir a los presentes:
S "Ése es uno de ellos".
C Pero él lo volvió a negar. Al poco rato, también
los presentes dijeron a Pedro:
S "Claro que eres uno de ellos, pues eres
galileo".
C Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:
S "No conozco a ese hombre del que
hablan".
C En seguida, cantó el gallo por segunda vez. Pedro
se acordó entonces de las palabras que le había dicho Jesús: "Antes de que
el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres", y rompió a llorar.
Comienza la lectura breve
C Luego que amaneció, se reunieron los sumos
sacerdotes con los ancianos, los escribas y el sanedrín en pleno, para
deliberar. Ataron a Jesús, se lo llevaron y lo entregaron a Pilato. Éste le
preguntó:
S "¿Eres tú el rey de los judíos?”.
C El respondió:
† "Si lo soy".
C Los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas.
Pilato le preguntó de nuevo:
S "¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas
te acusan".
C Jesús ya no le contestó nada, de modo que Pilato
estaba muy extrañado. Durante la fiesta de Pascua, Pilato solía soltarles al
preso que ellos pidieran. Estaba entonces en la cárcel un tal Barrabás, con los
revoltosos que habían cometido un homicidio en un motín. Vino la gente y empezó
a pedir el indulto de costumbre. Pilato les dijo:
S "¿Quieren que les suelte al rey de los
judíos?".
C Porque sabía que los sumos sacerdotes se lo
habían entregado por envidia. Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente
para que pidieran la libertad de Barrabás. Pilato les volvió a preguntar:
S "¿Y qué voy a hacer con el que llaman rey de
los judíos?".
C Ellos gritaron:
S "¡Crucifícalo!".
C Pilato les dijo:
S "Pues ¿qué mal ha hecho?".
C Ellos gritaron más fuerte:
S "¡Crucifícalo!".
C Pilato, queriendo dar gusto a la multitud, les
soltó a Barrabás; y a Jesús, después de mandarlo azotar, lo entregó para que lo
crucificaran. Los soldados se lo llevaron al interior del palacio, al pretorio,
y reunieron a todo el batallón. Lo vistieron con un manto de color púrpura, le
pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a burlarse de
Él, dirigiéndole este saludo:
S "¡Viva el rey de los judíos!".
C Le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían
y, doblando las rodillas, se postraban ante Él. Terminadas las burlas, le
quitaron aquel manto de color púrpura, le pusieron su ropa y lo sacaron para crucificarlo.
Entonces forzaron a cargar la cruz a un individuo que pasaba por ahí de regreso
del campo, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, y llevaron a Jesús al
Gólgota (que quiere decir lugar de la Calavera"). Le ofrecieron vino con
mirra, pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas,
echando suertes para ver qué le tocaba a cada uno. Era media mañana cuando lo
crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: "El rey de los
judíos". Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su
izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: Fue contado entre los
malhechores. Los que pasaban por ahí, lo injuriaban meneando la cabeza y
gritándole:
S "¡Anda! Tú, que destruías el templo y lo
reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo y baja de la cruz".
C Los sumos sacerdotes se burlaban también de él y
le decían: "Ha salvado a otros, pero a sí mismo no se puede salvar. Que el
Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y
creamos".
C Hasta los que estaban crucificados con él también
lo insultaban. Al llegar el mediodía, toda aquella tierra se quedó en tinieblas
hasta las tres de la tarde. Y a las tres, Jesús gritó con voz potente:
† Eloí, Eloí, ¿lama sabactaní?".
C (que significa: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me
has abandonado?) Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S "Miren, está llamando a Elías".
C Uno corrió a empapar una esponja en vinagre, la
sujetó a un carrizo y se la acercó para que bebiera, diciendo:
S "Vamos a ver si viene Elías a bajarlo".
C Pero Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
(Aquí todos se arrodillan y guardan silencio por
unos instantes)
C Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de
arriba a abajo. El oficial romano que estaba frente a Jesús, al ver cómo había
expirado, dijo:
S "De veras este hombre era Hijo de
Dios".
Fin de la lectura breve
Había también ahí unas mujeres que estaban mirando
todo desde lejos; entre ellas, María Magdalena, María (la madre de Santiago el
menor y de José) y Salomé, que cuando Jesús estaba en Galilea, lo seguían para
atenderlo; y además de ellas, otras muchas que habían venido con él a
Jerusalén. Al anochecer, como era el día de la preparación, víspera del sábado,
vino José de Arimatea, miembro distinguido del sanedrín, que también esperaba
el Reino de Dios. Se presentó con valor ante Pilato y le pidió el cuerpo de
Jesús. Pilato se extrañó que ya hubiera muerto, y llamando al oficial, le
preguntó si hacía mucho tiempo que había muerto. Informado por el oficial,
concedió el cadáver a José. Este compró una sábana, bajó el cadáver, lo
envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro excavado en una roca y tapó con
una piedra la entrada del sepulcro. María Magdalena y María, la madre de José,
se fijaron en dónde lo ponían.
Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
PROFESIÓN DE FE
CREDO de los Apóstoles
Creo en Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo
y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor, que fue
concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen,
padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado,
descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a
los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso. Desde allí
ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa
Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la
resurrección de la carne y la vida eterna.
Amén.
PLEGARIA UNIVERSAL
Imploremos, hermanos, a Jesús, el Sumo Sacerdote de
la fe que profesamos, que en la cruz presentó, con lágrimas en los ojos,
oraciones y súplicas al Padre, y oremos también nosotros por todos los hombres:
(R/. Escúchanos, Señor.)
Para que el Señor, que en la cruz excusó a los
ignorantes y pidió perdón por ellos, tenga piedad de los fieles que han caído
en el pecado, les dé valor para recurrir al sacramento de la penitencia y les
conceda el gozo del perdón y de la paz, roguemos al Señor.
Para que la sangre de Jesús, que habla más
favorablemente que la de Abel, reconcilie con Dios a los que aún están lejos a
causa de la ignorancia, la indiferencia, la maldad o las propias pasiones,
roguemos al Señor.
Para que el Señor, que en la cruz experimentó la
amargura de sentirse triste y abandonado, se apiade de los enfermos, los
afligidos y los oprimidos y les envíe a su ángel para que los conforte,
roguemos al Señor.
Para que el Señor, que recibió en su reino al
ladrón arrepentido, se apiade de nosotros nos dé sentimientos de contrición y
nos admita, después de la muerte, en su paraíso, roguemos al Señor.
Dios todopoderoso y eterno, que enviaste a tu Hijo
al mundo, para que, con su pasión, destruyera el pecado y la muerte y, con su
resurrección, nos devolviera la vida y la felicidad, escucha las oraciones de
tu pueblo y haz que podamos gozar de los frutos de la cruz gloriosa de
Jesucristo. Él, que vive y reina por los siglos delos siglos.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Que la pasión de tu Unigénito, Señor, nos atraiga
tu perdón, y aunque no lo merecemos por nuestras obras, por la mediación de
este sacrificio único, lo recibamos de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
PREFACIO
Prefacio I de la Pasión del Señor
La fuerza de la Cruz
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y
fuente de salvación darte gracias y alabarte siempre y en todo lugar, Señor,
Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque mediante la pasión salvadora de
tu Hijo diste a los hombres una nueva comprensión de tu majestad y una nueva
manera de alabarla, al poner de manifiesto, por la eficacia inefable de la
cruz, el poder del crucificado y el juicio que del mundo has hecho. Por eso,
ahora nosotros llenos de alegría, te aclamamos con los ángeles y los santos
diciendo:
Santo, Santo, Santo...
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Mt 26.42
Padre mío, si no es posible evitar que yo beba este
cáliz, hágase tu voluntad.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Tú que nos has alimentado con esta Eucaristía, y
por medio de la muerte de tu Hijo nos das la esperanza de alcanzar lo que la fe
nos promete, concédenos, Señor, llegar, por medio de su resurrección, a la meta
de nuestras esperanzas. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE EL PUEBLO
Dios y Padre nuestro, mira con bondad a esta
familia tuya, por la cual nuestro Señor Jesucristo no dudó en entregarse a sus
verdugos y padecer el tormento de la cruz. Por Jesucristo, nuestro Señor.
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