El derecho al trabajo digno y bien remunerado es una
protección que no se puede pisotear. Algunas medidas tomadas recientemente en
el país "descobijan a un santo para cobijar a otro". Las ayudas a los
adultos mayores a las personas con alguna discapacidad son incuestionables.
Quienes no pueden emplearse en este mundo tan competido, necesitan del apoyo
solidario de la sociedad. No obstante, parece injusto aplicar a rajatabla una
política de despidos de manera indiscriminada. El lamento del Evangelio ha
resonado con transparencia en la vida de muchos empleados del sector público:
"¿Qué voy a hacer ahora que mi patrón me quita el empleo?" (Lc,
16 3). El abuso
de poder es contrario al bienestar general. No es justo ofrecer dádivas a costa
de derechos legítimos de terceros. La justa demanda social que pide poner un
freno al dispendio y a los privilegios es digna de reconocimiento y apoyo
ciudadano. Las reformas se tendrán que hacer con bisturí y no con machete.
No hay comentarios:
Publicar un comentario