Cuando se diluyen los vínculos entre las personas aparece la
insensibilidad. Los israelitas del tiempo de Amós vivían en una sociedad tan
polarizada como la nuestra. Quienes disponían de mucha riqueza veían como
extraños a los que carecían de esa. En palabras de los estudiosos de nuestra
sociedad, somos un país dual, donde coexisten dos mundos que no se tocan. De un
lado un estrecho sector que maneja una enorme cantidad de riquezas, del otro,
una enorme cantidad de ciudadanos, que parecen no serlo, porque están
desprovistos de oportunidades. El relato evangélico señala la importancia de
realizar cambios sociales en el momento oportuno. Una sociedad con inclusión y
menos polarización es más habitable que una sociedad de tantos contrastes.
Desde la óptica de la fe, los cristianos que disponemos de mejores
oportunidades, tenemos la responsabilidad de traducir nuestra conciencia de
fraternidad, apoyando iniciativas que promuevan la mejoría en las condiciones
de vida de los menos favorecidos.
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