viernes, 6 de septiembre de 2019

UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO 20190908

Ser discípulo de Jesucristo ha sido y sigue siendo un desafío exigente. Quienes se decidieron a vivir como tales, no lo hicieron a partir de una argumentación racional. Fue una especie de seducción ante la persona de Jesús, que llenó de sentido la vida de los discípulos. Se comienza a ser discípulo de Jesús gracias a un encuentro personal con él. Los valores económicos, las convenciones sociales y el afán de poder y prestigio quedan relativizados, ante la dicha de saberse amado por Dios de manera incondicional y gratuita. Quien lo haya vivido lo podrá comprender. Quien no, pensará que el camino cristiano es una ruta sin salida y terminará desechándolo. El amor produce amor. Quien se sabe y se siente amado responde amando. Desde esta dinámica del amor podemos comprender la decisión aventurada de los discípulos que dejan todo para seguir a Jesús. El camino cristiano no es una ilusión romántica. Es una ruta de plenitud que llena de sentido la vida de muchos creyentes.

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