VIERNES SANTO DE LA PASIÓN DEL SEÑOR 2 de Abril del 2021
La celebración de este día consta de tres partes:
Primera parte: Liturgia de la palabra
Segunda parte: Adoración de la Santa Cruz
Tercera parte: Sagrada comunión
Día de ayuno y abstinencia
El día de hoy y el de mañana, por una antiquísima tradición, la Iglesia
omite por completo la celebración del sacrificio eucarístico. El altar debe
estar desnudo por completo: sin cruz, sin candelabros y sin manteles. El
sacerdote, revestidos de color rojo como para la misa, se dirigen al altar, y
hecha la debida reverencia, se postran rostro en tierra o, si se juzga mejor,
se arrodillan, y todos oran en silencio durante algún espacio de tiempo.
Después el sacerdote se dirige a la sede donde, mientras todos permanecen de
rodillas, dice la siguiente oración:
No se dice “Oremos”.
ORACIÓN
Acuérdate, Señor, de tu gran misericordia, y santifica a tus siervos
con tu constante protección, ya que por ellos Cristo, tu Hijo, derramando su sangre,
instituyó el misterio pascual. El, que vive y reina por los siglos de los
siglos. R. Amén
PRIMERA PARTE:
LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
[Él fue traspasado por nuestros crímenes.]
Del libro del profeta Isaías 52, 13–53, 12
He aquí que mi siervo prosperará, será engrandecido y exaltado, será
puesto en alto. Muchos se horrorizaron al verlo, porque estaba desfigurado su
semblante, que no tenía ya aspecto de hombre; pero muchos pueblos se llenaron
de asombro. Ante él los reyes cerrarán la boca, porque verán lo que nunca se
les había contado y comprenderán lo que nunca se habían imaginado.
¿Quién habrá de creer lo que hemos anunciado? ¿A quién se le revelará
el poder del Señor? Creció en su presencia como planta débil, como una raíz en
el desierto. No tenía gracia ni belleza. No vimos en él ningún aspecto
atrayente; despreciado y rechazado por los hombres, varón de dolores, habituado
al sufrimiento; como uno del cual se aparta la mirada, despreciado y
desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores;
nosotros lo tuvimos por leproso, herido por Dios y humillado, traspasado por
nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Él soportó el castigo que
nos trajo la paz. Por sus llagas hemos sido curados.
Todos andábamos errantes como ovejas, cada uno siguiendo su camino, y
el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. Cuando lo maltrataban, se
humillaba y no abría la boca, como un cordero llevado a degollar; como oveja
ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca.
Inicialmente y contra toda justicia se lo llevaron. ¿Quién se preocupó
de su suerte? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, lo hirieron de muerte
por los pecados de mi pueblo, le dieron sepultura con los malhechores a la hora
de su muerte, aunque no había cometido crímenes, ni hubo engaño en su boca. El
Señor quiso triturarlo con el sufrimiento. Cuando entregue su vida como
expiación, verá a sus descendientes, prolongará sus años y por medio de él
prosperarán los designios del Señor. Por las fatigas de su alma, verá la luz y
se saciará; con sus sufrimientos justificará mi siervo a muchos, cargando con
los crímenes de ellos. Por eso le daré una parte entre los grandes, y con los
fuertes repartirá despojos, ya que indefenso se entregó a la muerte y fue contado
entre los malhechores, cuando tomó sobre sí las culpas de todos e intercedió
por los pecadores. Palabra de Dios.
SALMO RESPONSORIAL del salmo 30, 2 y 6. 12-13. 15-16. 17 y 25
R. Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
A ti, Señor, me acojo,
que no quede yo nunca defraudado. En tus manos encomiendo mi espíritu y tú, mi
Dios leal, me librarás. R.
Se burlan de mí mis enemigos, mis vecinos y
parientes de mí se espantan, los que me ven pasar huyen de mí. Estoy en el
olvido, como un muerto, como un objeto tirado en la basura. R.
Pero yo, Señor,
en ti confío. Tú eres mi Dios, y en tus manos está mi destino. Líbrame de los
enemigos que me persiguen. R.
Vuelve, Señor, tus ojos a tu siervo y sálvame,
por tu misericordia. Sean fuertes y valientes de corazón, ustedes, los que
esperan en el Señor. R.
SEGUNDA LECTURA
[Aprendió a obedecer y se convirtió en la causa de la salvación eterna
para todos los que lo obedecen.]
De la carta a los hebreos 4, 14-16; 5, 7.9
Hermanos: Jesús, el Hijo de Dios, es nuestro sumo sacerdote, que ha
entrado en el cielo. Mantengamos firme la profesión de nuestra fe. En efecto,
no tenemos un sumo sacerdote que no sea capaz de compadecerse de nuestros
sufrimientos, puesto que él mismo ha pasado por las mismas pruebas que
nosotros, excepto el pecado. Acerquémonos, por tanto, con plena confianza al
trono de la gracia, para recibir misericordia, hallar la gracia y obtener ayuda
en el momento oportuno. Precisamente por eso, Cristo, durante su vida mortal,
ofreció oraciones y súplicas, con fuertes voces y lágrimas, a aquel que podía
librarlo de la muerte, y fue escuchado por su piedad. A pesar de que era el
Hijo, aprendió a obedecer padeciendo, y llegado a su perfección, se convirtió
en la causa de la salvación eterna para todos los que lo obedecen. Palabra de
Dios.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Flp 2, 8-9
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús. Cristo se humilló por nosotros y
por obediencia aceptó incluso la muerte y una muerte de cruz. Por eso Dios lo
exaltó sobre todas las cosas y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre.
R. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
EVANGELIO
Jn 18, 1— 19, 42
Cuando la lectura se hace alternada:
C = Cronista; S = “Sinagoga”; y ╬
= Cristo
PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN JUAN
C En aquel tiempo, Jesús fue con sus discípulos al otro lado del
torrente Cedrón, donde había un huerto, y entraron allí él y sus discípulos.
Judas, el traidor, conocía también el sitio, porque Jesús se reunía a menudo
allí con sus discípulos.
Entonces Judas tomó un batallón de soldados y guardias de los sumos
sacerdotes y de los fariseos y entró en el huerto con linternas, antorchas y
armas. Jesús, sabiendo todo lo que iba a suceder, se adelantó y les dijo:
╬ “¿A quién buscan?”
C Le contestaron: “
S A Jesús, el nazareno”.
C Les dijo Jesús:
╬ “Yo soy”.
C Estaba también con ellos Judas, el traidor. Al decirles ‘Yo soy’,
retrocedieron y cayeron a tierra. Jesús les volvió a preguntar:
╬ “¿A quién buscan?”
C Ellos dijeron:
S “A Jesús, el nazareno”.
C Jesús contestó:
╬ “Les he dicho que soy yo. Si me buscan a mí, dejen que éstos se
vayan”.
C Así se cumplió lo que Jesús había dicho: “No he perdido a ninguno de
los que me diste”.
Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió a un
criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Este criado se llamaba
Malco. Dijo entonces Jesús a Pedro:
╬ “Mete la espada en la vaina. ¿No
voy a beber el cáliz que me ha dado mi Padre?”
C El batallón, su comandante y los criados de los judíos apresaron a
Jesús, lo ataron y lo llevaron primero ante Anás, porque era suegro de Caifás,
sumo sacerdote aquel año. Caifás era el que había dado a los judíos este
consejo: ‘Conviene que muera un solo hombre por el pueblo’.
Simón Pedro y otro discípulo iban siguiendo a Jesús. Este discípulo era
conocido del sumo sacerdote y entró con Jesús en el palacio del sumo sacerdote,
mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Salió el otro discípulo, el
conocido del sumo sacerdote, habló con la portera e hizo entrar a Pedro. La
portera dijo entonces a Pedro:
S “¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?”
C Él dijo:
S “No lo soy”.
C Los criados y los guardias habían encendido un brasero, porque hacía
frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos de pie, calentándose.
El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y de su
doctrina. Jesús le contestó:
╬ “Yo he hablado abiertamente al mundo y he enseñado continuamente en la sinagoga y en el templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he
dicho nada a escondidas. ¿Por qué me
interrogas a mí? Interroga a los que me han oído, sobre lo que les he hablado. Ellos saben lo que he dicho”.
C Apenas dijo esto, uno de los guardias le dio una bofetada a Jesús,
diciéndole:
S “¿Así contestas al sumo sacerdote?”
C Jesús le respondió:
╬ “Si he faltado al hablar, demuestra en qué he faltado; pero si he hablado como se debe, ¿por qué me
pegas?”
C Entonces Anás lo envió atado a Caifás, el sumo sacerdote.
Simón Pedro estaba de pie, calentándose, y le dijeron:
S “¿No eres tú también uno de sus discípulos?"
C Él lo negó diciendo:
S “No lo soy”.
C Uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien
Pedro le había cortado la oreja, le dijo:
S “¿Qué no te vi yo con él en el huerto?”
C Pedro volvió a negarlo y en seguida cantó un gallo.
Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio. Era muy de mañana y
ellos no entraron en el palacio para no incurrir en impureza y poder así comer
la cena de Pascua.
Salió entonces Pilato a donde estaban ellos y les dijo:
S ¿De qué acusan a este hombre?”
C Le contestaron:
S “Si éste no fuera un malhechor, no te lo hubiéramos traído”.
C Pilato les dijo:
S “Pues llévenselo y júzguenlo según su ley”.
C Los judíos le respondieron:
S “No estamos autorizados para dar muerte a nadie”.
C Así se cumplió lo que había dicho Jesús, indicando de qué muerte iba
a morir.
Entró otra vez Pilato en el pretorio, llamó a Jesús y le dijo:
S “¿Eres tú el rey de los judíos?”
C Jesús le contestó:
╬ “¿Eso lo preguntas por tu cuenta o te lo han dicho otros?”
C Pilato le respondió:
S “¿Acaso soy yo judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han
entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?”
C Jesús le contestó:
╬ “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo,
mis servidores habrían luchado para que no cayera yo
en manos de los judíos. Pero mi Reino no es de aquí”.
C Pilato le dijo:
S “¿Conque tú eres rey?”
C Jesús le contestó:
╬ “Tú lo has dicho. Soy rey. Yo nací y vine al mundo para ser testigo de la verdad. Todo el que es
de la verdad, escucha mi voz”.
C Pilato le dijo:
S “¿Y qué es la verdad?”
C Dicho esto, salió otra vez a donde estaban los judíos y les dijo:
S “No encuentro en él ninguna culpa. Entre ustedes es costumbre que por
Pascua ponga en libertad a un preso. ¿Quieren que les suelte al rey de los
judíos?”
C Pero todos ellos gritaron:
S “¡No, a ése no! ¡A Barrabás!”
C (El tal Barrabás era un bandido).
Entonces Pilato tomó a Jesús y lo mandó azotar. Los soldados trenzaron
una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza, le echaron encima un manto
color púrpura, y acercándose a él, le decían:
S “¡Viva el rey de los judíos!”,
C y le daban de bofetadas.
Pilato salió otra vez afuera y les dijo:
S “Aquí lo traigo para que sepan que no encuentro en él ninguna culpa”.
C Salió, pues, Jesús, llevando la corona de espinas y el manto color
púrpura. Pilato les dijo:
S “Aquí está el hombre”.
C Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y sus servidores, gritaron:
S “¡Crucifícalo, crucifícalo!”
C Pilato les dijo:
S “Llévenselo ustedes y crucifíquenlo, porque yo no encuentro culpa en
él”.
C Los judíos le contestaron:
S “Nosotros tenemos una ley y según esa ley tiene que morir, porque se
ha declarado Hijo de Dios”.
C Cuando Pilato oyó estas palabras, se asustó aún más, y entrando otra
vez en el pretorio, dijo a Jesús:
S “¿De dónde eres tú?”
C Pero Jesús no le respondió. Pilato le dijo entonces:
S “¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y
autoridad para crucificarte?”
C Jesús le contestó:
╬ “No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si
no te la hubieran dado de lo alto. Por eso, el que me ha entregado a ti tiene
un pecado mayor”.
C Desde ese momento Pilato trataba de soltarlo, pero los judíos
gritaban:
S “¡Si sueltas a ése, no eres amigo del César!; porque todo el que
pretende ser rey, es enemigo del César”.
C Al oír estas palabras, Pilato sacó a Jesús y lo sentó en el tribunal,
en el sitio que llaman “el Enlosado” (en hebreo Gábbata).
Era el día de la preparación de la Pascua, hacia el mediodía. Y dijo
Pilato a los judíos:
S “Aquí tienen a su rey”.
C Ellos gritaron:
S “¡Fuera, fuera! ¡Crucifícalo!”
C Pilato les dijo:
S “¿A su rey voy a crucificar?”
C Contestaron los sumos sacerdotes:
S “No tenemos más rey que el César”.
C Entonces se lo entregó para que lo crucificaran.
Tomaron a Jesús y él, cargando con la cruz, se dirigió hacia el sitio
llamado “la Calavera” (que en hebreo se dice Gólgota), donde lo crucificaron, y
con él a otros dos, uno de cada lado, y en medio Jesús. Pilato mandó escribir
un letrero y ponerlo encima de la cruz; en él estaba escrito: ‘Jesús el
nazareno, el rey de los judíos’. Leyeron el letrero muchos judíos, porque
estaba cerca el lugar donde crucificaron a Jesús y estaba escrito en hebreo,
latín y griego. Entonces los sumos sacerdotes de los judíos le dijeron a
Pilato:
S “No escribas: ‘El rey de los judíos’, sino: ‘Este ha dicho:
Soy rey de los judíos’”.
C Pilato les contestó:
S “Lo escrito, escrito está”.
C Cuando crucificaron a Jesús, los soldados cogieron su ropa e hicieron
cuatro partes, una para cada soldado, y apartaron la túnica. Era una túnica sin
costura, tejida toda de una pieza de arriba a abajo. Por eso se dijeron:
S “No la rasguemos, sino echemos suertes para ver a quién le toca”.
C Así se cumplió lo que dice la Escritura: Se repartieron mi ropa y
echaron a suerte mi túnica Y eso hicieron los soldados.
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre,
María la de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al
discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre:
╬ “Mujer, ahí está tu hijo”.
C Luego dijo al discípulo:
╬ “Ahí está tu
madre”.
C Y desde entonces el discípulo se la llevó a vivir con él.
Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término,
para que se cumpliera la Escritura dijo:
╬ “Tengo sed”.
C Había allí un jarro lleno de vinagre. Los soldados sujetaron una
esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca.
Jesús probó el vinagre y dijo:
╬ “Todo está cumplido”,
C e inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
[Aquí se arrodillan todos y se hace una breve pausa]
C Entonces, los judíos, como era el día de la preparación de la Pascua,
para que los cuerpos de los ajusticiados no se quedaran en la cruz el sábado, porque
aquel sábado era un día muy solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las
piernas y los quitaran de la cruz. Fueron los soldados, le quebraron las
piernas a uno y luego al otro de los que habían sido crucificados con él. Pero
al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas,
sino que uno de los soldados le traspasó el costado con una lanza e
inmediatamente salió sangre y agua.
El que vio da testimonio de esto y su testimonio es verdadero y él sabe
que dice la verdad, para que también ustedes crean. Esto sucedió para que se
cumpliera lo que dice la Escritura: No le quebrarán ningún hueso; y en otro
lugar la Escritura dice: Mirarán al que traspasaron.
Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero
oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que lo dejara llevarse el cuerpo
de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se llevó el cuerpo.
Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas
cien libras de una mezcla de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo
envolvieron en lienzos con esos aromas, según se acostumbra enterrar entre los
judíos. Había un huerto en el sitio donde lo crucificaron, y en el huerto, un
sepulcro nuevo, donde nadie había sido enterrado todavía. Y como para los
judíos era el día de la preparación de la Pascua y el sepulcro estaba cerca,
allí pusieron a Jesús. Palabra del Señor. Después de la lectura de la Pasión
del Señor, el sacerdote dice una breve homilía, después de la cual puede
exhortar a los fieles a orar durante un breve espacio de tiempo.
ORACIÓN UNIVERSAL:
I. Por la santa Iglesia: Oremos, queridos hermanos, por la santa
Iglesia de Dios, para que nuestro Dios y Señor le conceda la paz y la unidad,
se digne protegerla en toda la tierra y nos conceda glorificarlo, como Dios
Padre omnipotente, con una vida pacífica y serena. Se ora un momento en
silencio. Luego prosigue el sacerdote: Dios todopoderoso y eterno, que en
Cristo revelaste tu gloria a todas las naciones, conserva la obra de tu
misericordia, para que tu Iglesia, extendida por toda la tierra, persevere con
fe inquebrantable en la confesión de tu nombre.
Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.
II. Por el Papa: Oremos también por nuestro Santo Padre, el Papa
Francisco, para que Dios nuestro Señor, que lo escogió para el orden de los
obispos, lo conserve a salvo y sin daño para bien de su santa Iglesia, a fin de
que pueda gobernar al pueblo santo de Dios. Se ora un momento en silencio.
Luego prosigue el sacerdote: Dios todopoderoso y eterno, cuya sabiduría
gobierna el universo, atiende favorablemente nuestras súplicas y protege con tu
amor al Papa que nos diste, para que el pueblo cristiano, que tú mismo
pastoreas, progrese bajo su cuidado en la firmeza de su fe. Por Jesucristo,
nuestro Señor. R. Amén.
III. Por el pueblo de Dios y sus ministros: Oremos también por nuestro
obispo Francisco y sus obispos auxiliares, por todos los obispos, presbíteros y
diáconos de la Iglesia, y por todo el pueblo santo de Dios. Se ora un momento
en silencio. Luego prosigue el sacerdote: Dios todopoderoso y eterno, que con
tu Espíritu santificas y gobiernas a toda la Iglesia, escucha nuestras súplicas
por tus ministros, para que, con la ayuda de tu gracia, te sirvan con
fidelidad. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.
IV. Por los catecúmenos: Oremos también por los (nuestros) catecúmenos,
para que Dios nuestro Señor abra los oídos de sus corazones y les manifieste su
misericordia, y para que, mediante el bautismo, se les perdonen todos sus
pecados y queden incorporados a Cristo, Señor Se ora un momento en silencio.
Luego prosigue el sacerdote: Dios todopoderoso y eterno, que sin cesar concedes
nuevos hijos a tu Iglesia, acrecienta la fe y el conocimiento a los (nuestros)
catecúmenos, para que, renacidos en la fuente bautismal, los cuentes entre tus
hijos de adopción. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.
V. Por la unidad de los cristianos: Oremos también por todos los
hermanos que creen en Cristo, para que Dios nuestro Señor se digne congregar y
custodiar en la única Iglesia a quienes procuran vivir en la verdad. Se ora un
momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote: Dios todopoderoso y eterno,
que reúnes a los que están dispersos y los mantienes en la unidad, mira
benignamente la grey de tu Hijo, para que, a cuantos están consagrados por el
único bautismo, también los una la integridad de la fe y los asocie el vínculo
de la caridad. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.
VI. Por los judíos: Oremos también por los judíos, para que a quienes
Dios nuestro Señor habló primero, les conceda progresar continuamente en el
amor de su nombre y en la fidelidad a su alianza. Se ora un momento en
silencio. Luego prosigue el sacerdote: Dios todopoderoso y eterno, que
confiaste tus promesas a Abraham y a su descendencia, oye compasivo los ruegos
de tu Iglesia, para que el pueblo que adquiriste primero como tuyo, merezca
llegar a la plenitud de la redención. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.
VII. Por los que no creen en Cristo: Oremos también por los que no
creen en Cristo, para que, iluminados por el Espíritu Santo, puedan ellos encontrar
el camino de la salvación.
Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote: Dios
todopoderoso y eterno, concede a quienes no creen en Cristo, que, caminando en
tu presencia con sinceridad de corazón, encuentren la verdad; y a nosotros concédenos
crecer en el amor mutuo y en el deseo de comprender mejor los misterios de tu
vida, a fin de que seamos testigos cada vez más auténticos de tu amor en el
mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.
VIII. Por los que no creen en Dios: Oremos también por los que no
conocen a Dios, para que, buscando con sinceridad lo que es recto, merezcan
llegar hasta él. Se ora un momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote:
Dios todopoderoso y eterno, que creaste a todos los hombres para que deseándote
te busquen, y para que al encontrarte descansen en ti; concédenos que, en medio
de las dificultades de este mundo, al ver los signos de tu amor y el testimonio
de las buenas obras de los creyentes, todos los hombres se alegren al
confesarte como único Dios verdadero y Padre de todos. Por Jesucristo, nuestro
Señor. R. Amén.
IX. Por los gobernantes: Oremos también por todos los gobernantes de
las naciones, para que Dios nuestro Señor guíe sus mentes y corazones, según su
voluntad providente, hacia la paz verdadera y la libertad de todos.Se ora un
momento en silencio. Luego prosigue el sacerdote: Dios todopoderoso y eterno,
en cuyas manos están los corazones de los hombres y los derechos de las
naciones, mira con bondad a nuestros gobernantes, para que, con tu ayuda, se
afiance en toda la tierra un auténtico progreso social, una paz duradera y una
verdadera libertad religiosa. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.
X. Por los que se encuentran en alguna tribulación: Oremos, hermanos
muy queridos, a Dios Padre todopoderoso, para que libre al mundo de todos sus
errores, aleje las enfermedades, alimente a los que tienen hambre, libere a los
encarcelados y haga justicia a los oprimidos, conceda seguridad a los que
viajan, un buen retorno a los que se hallan lejos del hogar, la salud a los
enfermos y la salvación a los moribundos. Se ora un momento en silencio. Luego
prosigue el sacerdote: Dios todopoderoso y eterno, consuelo de los afligidos y
fortaleza de los que sufren, escucha a los que te invocan en su tribulación,
para que todos experimenten en sus necesidades la alegría de tu misericordia.
Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.
SEGUNDA PARTE:
ADORACIÓN DE LA SANTA CRUZ
Terminada la oración universal, se hace la adoración solemne de la
santa Cruz, De las dos formas que se proponen [pp. 298-306 (303-312)] elíjase
la que se juzgue más apropiada pastoralmente, de acuerdo con las
circunstancias.
Invitatorio al presentar la santa Cruz
V. Miren el árbol de la Cruz donde estuvo clavado Cristo, el Salvador
del mundo.
R. Vengan y adoremos.
El sacerdote, el clero y los fieles se acercan procesionalmente y
adoran la cruz, haciendo delante de ella una genuflexión simple o algún otro
signo de veneración (como el de besarla), según la costumbre de la región.
Mientras tanto, se canta la antífona “Tu Cruz adoramos” (p. 300 ss) [202], los
Improperios u otros cánticos apropiados.
Terminada la adoración, la cruz es llevada al altar y puesta en un
lugar relevante, con los ciriales o los candeleros a su lado.
ANTÍFONA: Cfr. Sal 66, 2
Tu Cruz adoramos, Señor, tu santa resurrección alabamos y glorificamos,
pues del árbol de la Cruz ha venido la alegría al mundo entero.
Que el Señor se apiade de nosotros y nos bendiga, que nos muestre su
rostro radiante y misericordioso.
Se repite la antífona: Tu Cruz...
TERCERA PARTE:
SAGRADA COMUNIÓN
Se extiende un mantel sobre el altar y se pone sobre él un corporal y
el libro. Enseguida se trae el Santísimo Sacramento del lugar del “Monumento”
directamente al altar, mientras todos permanecen de pie y en silencio. El sacerdote,
previa genuflexión, realiza el Rito de la Comunión [pp 585-589] [590-595] en la
forma acostumbrada. S Fieles a la recomendación del Salvador y siguiendo su
divina enseñanza, nos atrevemos a decir:
T Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también
nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y
líbranos del mal.
S Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros
días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de
nuestro Salvador Jesucristo.
T Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
A continuación el sacerdote, con las manos juntas, dice en secreto:
Señor Jesucristo, la comunión de tu Cuerpo no sea para mí un motivo de
juicio y condenación, sino que, por tu piedad, me aproveche para defensa de
alma y cuerpo y como remedio saludable.
S Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
T Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya
bastará para sanarme.
Acabada la comunión, un ministro idóneo lleva el copón a algún lugar
especialmente preparado fuera de la iglesia, o bien, si lo exigen las
circunstancias, lo reserva en el sagrario. Después el sacerdote, guardado un
breve silencio, dice la siguiente oración:
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios todopoderoso y eterno, que nos has redimido con la gloriosa muerte
y resurrección de tu Hijo Jesucristo, prosigue en nosotros la obra de tu
misericordia, para que, mediante nuestra participación en este misterio,
permanezcamos dedicados a tu servicio. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.
Como despedida el sacerdote, imponiendo las manos sobre el pueblo, dice
la siguiente oración:
ORACIÓN SOBRE EL PUEBLO
Envía, Señor, sobre este pueblo tuyo, que ha conmemorado la muerte de
tu Hijo, en espera de su resurrección, la abundancia de tu bendición; llegue a
él tu perdón, reciba tu consuelo, se acreciente su fe santa y se consolide su
eterna redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Y todos se retiran en silencio.
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