Entre los malentendidos que se encuentran en la Iglesia está
la opinión de que los laicos son recipientes pasivos de la enseñanza del clero,
es decir, que los obispos y los sacerdotes predican la verdad y los laicos la
reciben como una esponja que absorbe agua. Contra esta opinión es lo que el
Concilio Vaticano II ha proclamado, en su documento sobre la revelación divina,
Dei Verbum: la revelación "progresa en la Iglesia con la asistencia del
Espíritu Santo, puesto que va creciendo en la comprensión de las cosas y de las
palabras transmitidas, ya por la contemplación y el estudio de los creyentes
que las meditan en su corazón, ya por la percepción íntima que experimentan de
las cosas espirituales" (n. 8). La verdad no puede progresar sin el
esfuerzo de todos, incluso los laicos que cooperan con el Espíritu.
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