¡Construiré graneros más grandes! ¿Por qué habían producido
tanto las tierras de este hombre que no iba a hacer más que un mal uso de sus
riquezas? Para que se manifieste con mayor esplendor la inmensa bondad de Dios
que da su gracia a todos, porque hace caer la lluvia sobre justos e injustos,
hace salir el sol tanto sobre los malvados como sobre los buenos (Mt 5,45). Los
beneficios de Dios para este hombre rico eran: una tierra fecunda, un clima
templado, abundantes semillas, bueyes para labrar, y todo lo que asegura la
prosperidad. Y él ¿qué le devolvía? Un mal humor, misantropía y egoísmo. Es así
como agradecía a su bienhechor. Olvidaba que todos pertenecemos a la misma
naturaleza humana; no pensó que era necesario distribuir lo superfluo a los
pobres; no tuvo en cuenta ninguno de los preceptos divinos: No niegues un favor
a quien es debido .si en tu mano está el hacérselo (Pr 3, 2n parte tu pan con
el hambriento (Is 58, 7). Todos los profetas y los sabios le proclamaban estos
preceptos, pero él se hacía el sordo. Sus graneros estaban a punto de romperse
por demasiado estrechos para el trigo que metía, pero su corazón no estaba
saciado. No quería despojarse de nada, aunque no llegara a poder guardar todo
lo que poseía. Este problema le angustiaba: ¿Qué haré?, se repetía. ¿Quién no
tendría lástima de u n hombre tan obsesionado? La abundancia le hace infeliz.
Se lamenta igual como los indigentes: ¿Qué haré? ¿Qué comeré? ¿Con qué me
vestiré? Eso es lo que dice este rico. Sufre su corazón, la inquietud le
devora, porque lo felicidad. Lo que atormenta a su alma es tener demasiadas
riquezas al rebosar sus graneros»
(San Basilio Magno [329-379]. Homilía 6, sobre las
riquezas).
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