sábado, 3 de junio de 2023

EN COMUNIÓN CON LA TRADICIÓN VIVA DE LAIGLESIA 20230604

 


«Cuantos intérpretes católicos de los libros divinos del Antiguo y del Nuevo Testamento he podido leer, anteriores a mí en la especulación sobre la Trinidad, que es Dios, enseñan, al tenor de las Escrituras, que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, de una misma e idéntica substancia, insinúan, en inseparable igualdad, la unicidad divina, en consecuencia, no son tres dioses, sino un solo Dios, Y aunque el Padre engendró un Hijo, el Hijo no es el Padre; y aunque el Hijo es engendrado por el Padre, el Padre no es el Hijo; y el Espíritu Santo no es ni el Padre ni el Hijo, sino el Espíritu del Padre y del Hijo, al Padre y al Hijo coigual y perteneciente a la unidad trina. Sin embargo, la Trinidad no nació de María Virgen, ni fue crucificada y sepultada bajo Poncio Pilato, ni resucitó al tercer día, ni subió a los cielos, sino el Hijo solo: ni descendió la Trinidad en figura de paloma sobre Jesús el día de su bautismo; ni en la solemnidad de Pentecostés, después de la ascensión del Señor, entre viento huracanado y fragores del cielo, vino a posarse, en forma de lenguas de fuego, sobre los apóstoles, sino sólo el Espíritu Santo. Finalmente, no dijo la Trinidad desde el cielo: Tú eres mi Hijo, cuando Jesús fue bautizado por Juan, o en el monte cuando estaba en compañía de sus tres discípulos, ~i al resonar aquella voz: Lo he glorificado y lo volveré a glorificar, sino que era únicamente la voz del Padre, que hablaba a su Hijo, si bien el Padre, el Hijo y ni Espíritu Santo sean inseparables en su esencia y en sus operaciones. Y ésta es mi fe, pues es la fe católica» (San Agustín [354-430]. Tratado sobre la Trinidad IV, 7).

 

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