jueves, 6 de julio de 2023

EN COMUNIÓN CON LA TRADICIÓN VIVA DE LA IGLESIA 20230709


 

«Pablo, mejor que nadie, conocía a Cristo y enseñó, con sus obras, cómo deben ser los que de él han recibido su nombre, pues lo imitó de una manera tan perfecta que mostraba en su persona una reproducción del Señor, ya que, por su gran diligencia en imitarlo, de tal modo estaba identificado con el mismo ejemplar, que no parecía ya que hablara Pablo, sino Cristo, tal como dice él mismo, perfectamente consciente de su propia perfección: Vivo yo pero no soy yo es Cristo quien vive en mí. Él nos hace ver la gran virtualidad del nombre de Cristo, al afirmar que Cristo es la fuerza y sabiduría de Dios, al llamarlo paz y luz inaccesible en la que habita Dios, expiación, redención, gran sacerdote, Pascua, propiciación de las almas, irradiación de la gloria y huella de la substancia del Padre, cabeza del cuerpo que es la Iglesia (...) Estos nombres y otros semejantes le da, tan numerosos que no pueden contarse. Nombres cuyos diversos significados, si se comparan y relacionan entre sí, nos descubren el admirable contenido del nombre de Cristo y nos revelan, en la medida en que nuestro entendimiento es capaz, su majestad inefable. Por lo cual, puesto que la bondad de nuestro Señor nos ha concedido una participación en el más grande, el más divino y el primero de todos los nombres, al honramos con el nombre de "cristianos'; derivado del de Cristo, es necesario que todos aquellos nombres que expresan el significado de esta palabra se vean reflejados también en nosotros, para que el nombre de "cristianos" no aparezca como una falsedad, sino que demos testimonio del mismo con nuestra vida» (San Gregorio de Nisa [c. 330/335·386]. Tratado sobre el perfecto modelo del cristiano).

No hay comentarios:

Publicar un comentario