viernes, 6 de octubre de 2023

EN COMUNIÓN CON LA TRADICIÓN VIVA DE LA IGLESIA 20231015

 



«Los que habían sido invitados al banquete de bodas, venidos de los refugios, las esquinas, las plazas y de todas clases de lugares, habían llenado la sala del banquete del rey. Cuando entra el rey a ver a los comensales sentados a su mesa (es decir, a visitar, como lo hará el día del juicio, a los convidados que reposaban, por decirlo así en la confianza en él ya examinar los méritos de cada uno) encontró a uno que no tenía el traje de fiesta. En esta persona vemos a todos aquellos que están unidos en el mal. Los vestidos con su traje de fiesta son los preceptos del Señor y las obras cumplidas según la Ley y el Evangelio que son las vestiduras del hombre nuevo. Así pues, si en el momento del juicio se encontrara alguno que, llevando el nombre de cristiano no tuviera el traje de fiesta, es decir la vestidura del hombre nuevo, sino una vestidura manchada, o sea los despojos del hombre viejo, éste será reprendido inmediatamente y se le dirá: Amigo, ¿cómo has entrado aquí? Lo llama amigo porque ha sido invitado a las bodas, le reprocha su desvergüenza por haber manchado la pureza de las bodas con la sordidez de su vestido. Pero él se quedó mudo. En ese tiempo ya no habrá lugar para la desvergüenza ni posibilidad de negar, cuando todos los ángeles y el mundo mismo sean testigos de los pecados. Entonces el rey dijo a los guardias: Atadlo... A estas manos y pies atados, el llanto y el rechinar de dientes entendámoslos como pruebas de la verdad de la resurrección o bien, se les atarán las manos y los pies para que dejen de hacer el mal y de correr a derramar sangre. En el llanto de los ojos y el rechinar de dientes se nos muestra, mediante una metáfora tomada de los miembros del cuerpo, la magnitud de los tormentos»

(San Jerónimo [342-420]. Evangelio de san Mateo. Libro 111, 22,11-13).

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