Remar Mar Adentro, pretende, como laicos comprometidos, presentar temas de reflexión para vivir el reino de Dios; levantando las anclas en una tarea asumida generosamente. Ricardo Huante Magaña
lunes, 2 de diciembre de 2024
EN COMUNIÓN CON LA TRADICIÓN VIVA DE LA IGLESIA 20241208
«Él, que posee en todo la plenitud, se anonada a sí mismo, ya que, por
un tiempo, se priva de su gloria, para que yo pueda ser partícipe de su
plenitud. ¿Qué son estas riquezas de su bondad? ¿Qué es este misterio en favor
mío? Yo recibí la imagen divina, mas no supe conservarla. Ahora él asume mi
condición humana, para salvar aquella imagen y dar la inmortalidad a esta
condición mía; establece con nosotros un segundo consorcio mucho más admirable
que el primero. Convenía que la naturaleza humana fuera santificada mediante la
asunción de esta humanidad por Dios; así, superado el tirano por una fuerza
superior, el mismo Dios nos concedería de nuevo la liberación y nos llamaría a
sí por mediación del Hijo. Todo ello para gloria del Padre, a la cual vemos que
subordina siempre el Hijo toda su actuación. El buen Pastor que dio su vida por
las ovejas salió en busca de la oveja descarriada, por los montes y collados
donde sacrificábamos a los ídolos; halló a la oveja descarriada y, una vez
hallada, la tomó sobre sus hombros, los mismos que cargaron con la cruz, y la
condujo asía la vida celestial. A aquella primera lámpara, que fue el
Precursor, sigue esta luz clarísima; a la voz, sigue la Palabra; al amigo del
esposo, el esposo mismo, que prepara para el Señor un pueblo bien dispuesto,
predisponiéndolo para el Espíritu con la previa purificación del agua. Fue
necesario que Dios se hiciera hombre y muriera, para que nosotros tuviéramos
vida. Hemos muerto con él, para ser purificados; hemos resucitado con él, porque
con él hemos muerto; hemos sido glorificados con él, porque con él hemos
resucitado» (San Gregorio de Nacianzo [329-3891. Sermón 45).
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