martes, 28 de enero de 2025

DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO PRESENTACIÓN DEL SEÑOR Domingo 2 de enero 2025




DOMINGO IV DEL TIEMPO ORDINARIO
PRESENTACIÓN DEL SEÑOR
 
Domingo 2 de enero 2025
 
Los orientales llaman a esta fiesta Hipapante-El Encuentro. El Señor, niño, es presentado en el Templo. Simeón y Ana, movidos por el Espíritu Santo, dan testimonio de lo que es Cristo. Simeón dice que será Luz de los pueblos; por eso las candelas. Hoy se clausuran las solemnidades de la Manifestación o Epifanía del
Señor.
 
 
ANTÍFONA DE ENTRADA Sal 47, 10-11
 
Meditamos, Señor, los dones de tu amor, en medio de tu templo. Tu alabanza llega hasta los confines de la tierra como tu fama. Tu diestra está llena de justicia.
 
 
GLORIA
 
Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a quienes ama el Señor. Por tu inmensa gloria te alabamos, te bendecimos, te adoramos, te glorificamos, te damos gracias, Señor Dios, Rey celestial, Dios Padre todopoderoso. Señor, Hijo único, Jesucristo. Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre; tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros; tú que quitas el pecado del mundo, atiende nuestra súplica; tú que estás sentado a la derecha del Padre, ten piedad de nosotros; porque sólo tú eres Santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.
 
 
ORACIÓN COLECTA
 
Dios todopoderoso y eterno, suplicamos humildemente a tu majestad que así como en este día fue presentado al templo tu Unigénito en su realidad humana como la nuestra, así nos concedas, con el espíritu purificado, ser presentados ante ti. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
 
 
PRIMERA LECTURA
 
[Entrará en el santuario el Señor, a quien ustedes buscan.]
 
Del libro del profeta Malaquías 3, 1-4
 
Esto dice el Señor: “He aquí que yo envío a mi mensajero. Él preparará el camino delante de mí. De improviso entrará en el santuario el Señor, a quien ustedes buscan, el mensajero de la alianza a quien ustedes desean. Miren: Ya va entrando, dice el Señor de los ejércitos.
¿Quién podrá soportar el día de su venida? ¿Quién quedará en pie cuando aparezca? Será como fuego de fundición, como la lejía de los lavanderos. Se sentará como un fundidor que refina la plata; como a la plata y al oro, refinará a los hijos de Leví y así podrán ellos ofrecer, como es debido, las ofrendas al Señor.
Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos”.
Palabra de Dios.
 
 
SALMO RESPONSORIAL del salmo 23
 
R. El Señor es el rey de la gloria.
 
¡Puertas, ábranse de par en par; agrándense, portones eternos, porque va a entrar el rey de la gloria! R.
 
¿Y quién es el rey de la gloria? Es el Señor, fuerte y poderoso, el Señor, poderoso en la batalla. R.
 
¡Puertas, ábranse de par en par, agrándense, portones eternos, porque va a entrar el rey de la gloria! R.
 
Y ¿quién es el rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos, es el rey de la gloria. R.
 
 
SEGUNDA LECTURA
 
[Tenía que asemejarse en todo a sus hermanos.]
 
De la carta a los hebreos 2, 14-18
 
Hermanos: Todos los hijos de una familia tienen la misma sangre; por eso, Jesús quiso ser de nuestra misma sangre, para destruir con su muerte al diablo, que mediante la muerte, dominaba a los hombres, y para liberar a aquellos que, por temor a la muerte, vivían como esclavos toda su vida.
Pues como bien saben, Jesús no vino a ayudar a los ángeles, sino a los descendientes de Abraham; por eso tuvo que hacerse semejante a sus hermanos en todo, a fin de llegar a ser sumo sacerdote, misericordioso con ellos y fiel en las relaciones que median entre Dios y los hombres, y expiar así los pecados del pueblo. Como él mismo fue probado por medio del sufrimiento, puede ahora ayudar a los que están sometidos a la prueba.
Palabra de Dios.
 
 
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO Lc 2, 32
 
R. Aleluya, aleluya.
 
Cristo es la luz que alumbra a las naciones y la gloria de tu pueblo, Israel. R. Aleluya.
 
 
EVANGELIO
 
[Mis ojos han visto al Salvador.]
 
Del santo Evangelio según san Lucas 2, 22-40
 
Transcurrido el tiempo de la purificación de María, según la ley de Moisés, ella y José llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley: Todo primogénito varón será consagrado al Señor, y también para ofrecer, como dice la ley, un par de tórtolas o dos pichones.
Vivía en Jerusalén un hombre llamado Simeón, varón justo y temeroso de Dios, que aguardaba el consuelo de Israel; en él moraba el Espíritu Santo, el cual le había revelado que no moriría sin haber visto antes al Mesías del Señor. Movido por el Espíritu, fue al templo, y cuando José y María entraban con el niño Jesús para cumplir con lo prescrito por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios, diciendo:
“Señor, ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, según lo que me habías prometido, porque mis ojos han visto a tu Salvador, al que has preparado para bien de todos los pueblos; luz que alumbra a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel”.
El padre y la madre del niño estaban admirados de semejantes palabras. Simeón los bendijo, y a María, la madre de Jesús, le anunció: “Este niño ha sido puesto para ruina y resurgimiento de muchos en Israel, como signo que provocará contradicción,
para que queden al descubierto los pensamientos de todos los corazones. Y a ti, una espada te atravesará el alma”.
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios
con ayunos y oraciones. Ana se acercó en aquel momento, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Una vez que José y María cumplieron todo lo que prescribia la ley del Señor, se volvieron Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios esta con él.] Palabra del Señor.
 
 
CREDO NICENO_CONSTANTINOPOLITANO
 
Creo en un sólo Dios, Padre Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible. Creo en un sólo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajo del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un sólo Bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.
Amén.
 
 
ORACIÓN DE LOS FIELES:
 
Oremos a Jesús que –para cumplir la ley de Moisés– quiso ser presentado en el templo y pidámosle que ruegue por nosotros sus hermanos:
1. Para que Cristo, luz que resplandece sobre la faz de la Iglesia, conceda a sus fieles convertirse en luz del mundo y en sal de la tierra, roguemos al Señor.
2. Para que el Salvador del mundo sea anunciado y presentado ante todos los pueblos y se revele como luz de todas las naciones, roguemos al Señor.
3. Para que los ancianos y los moribundos, al ver que se acerca el fin de sus días dejen este mundo en paz, seguros de que –terminada su carrera– verán al Salvador, roguemos al Señor.
4. Para que Cristo, luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo, no sea para nosotros causa de caída, sino de levantamiento y de resurrección,
roguemos al Señor.
Señor, Dios todopoderoso, que –en el final de su camino– realizaste los deseos santos de los ancianos Simeón y Ana, haz que también nuestros ojos puedan contemplar al Salvador en el templo eterno de tu gloria. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.
 
 
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
 
Que te sea grata, Señor, la ofrenda de tu Iglesia desbordante de alegría, tú que quisiste que tu Unigénito te fuera ofrecido, como Cordero inmaculado, para la vida del mundo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
 
 
PREFACIO: El misterio de la Presentación del Señor.
 
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque al ser presentado hoy en el templo tu Hijo, eterno como tú, fue proclamado por el Espíritu Santo gloria de Israel y luz de las naciones.
Por eso, nosotros, al acudir hoy llenos de júbilo al encuentro del Salvador, te alabamos con los ángeles y los santos, diciendo sin cesar: Santo, Santo, Santo...
 
 
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN Lc 2, 30-31
 
Mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has puesto ante la vista de todos los pueblos.
 
 
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
 
Señor, por este santo sacramento que acabamos de recibir, lleva a su plenitud en nosotros la obra de tu gracia, tú, que colmaste las esperanzas de Simeón; para que, así como él no vio la muerte sin que antes mereciera tener en sus brazos a Cristo, así nosotros, al salir al encuentro del Señor, merezcamos alcanzar la vida eterna.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. 

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