En el siglo XVII el mismo Cristo quiso poner
en el centro de la mediación uno de los misterios más importantes de la vida contemplativa;
el misterio de su Sacratísimo Corazón. Como instrumento de su divina sabiduría
escogió a Santa Margarita María de Alacoque, entregada incondicionalmente de la
voluntad del Crucificado en el convento de la Visitación de Nuestra
Señora.
En agradecimiento a su fidelidad, el Salvador
la colmó de gracias y consolaciones. El le reveló el amor ilimitado de su
Corazón hacia los pecadores y el dolor de ver ese amor tan poco correspondido;
en una visión Jesús llegó a mostrarle su Corazón “más radiante que el sol y
trasparente como un cristal, con una herida claramente visible, rodeado por una
corona de espinas y con una cruz encima de él”.
Recibió diferentes revelaciones para fomentar
la adoración del Corazón de Jesús, la comunión cada primer viernes del mes,
la introducción de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, la hora santa en la
noche del jueves al viernes, en conmemoración de su agonía en el huerto de
los olivos.
Santa Margarita prometió en nombre del
Corazón de Jesús, por la consagración y la entrega a su Divino Corazón: a los
seglares el apoyo en su profesión, paz en sus familias y la bendición para
todas sus actividades. A los sacerdotes, la gracia de conmover hasta a
los corazones más duros. A los que sufren, el consuelo; a los
pecadores arrepentidos, el perdón; a las almas apasionadas por la
perfección, gracias muy especiales, a todos los adoradores del Corazón
de Jesús, una bendita hora de la muerte.
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