Por aquellos días, le llegó a Isabel la hora de dar a luz y tuvo un hijo. Cuando sus vecinos y parientes se enteraron de que el Señor le había manifestado tan grande misericordia, se regocijaron con ella. A los ocho días fueron a circuncidar al niño y le querían poner Zacarías, como su padre; pero la madre se opuso, diciéndoles: "No. Su nombre será Juan". Ellos le decían: "Pero si ninguno de tus parientes se llama así”. Entonces le preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamara el niño. El pidió una tablilla y escribió: "Juan es su nombre". Todos se quedaron extrañados. En ese momento a Zacarías se le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a bendecir a Dios. Un sentimiento de temor se apoderó de los vecinos, y en toda la región montañosa de Judea se comentaba este suceso. Cuantos se enteraban de ello se preguntaban impresionados: "¿Qué va a ser de este niño?" Esto lo decían, porque realmente la mano de Dios estaba con él.
Reflexión
El nacimiento de Juan no es un evento ordinario; es la prueba de que
Dios cumple su palabra, incluso cuando parece humanamente imposible debido a la
vejez de Isabel y Zacarías. Nos recuerda que nuestra fe no debe basarse en
nuestras limitaciones, sino en la fidelidad de Dios.
Zacarías recupera el habla en el momento exacto en que confirma el
nombre de "Juan", tal como el ángel le había ordenado. Esto nos
enseña que la obediencia a la voluntad de Dios rompe nuestras cadenas y nos
devuelve la capacidad de alabar y comunicarnos con sentido. Cuando alineamos
nuestra voluntad con la de Dios, recuperamos nuestra verdadera "voz"
en el mundo.
El texto menciona que "el temor se apoderó de todos sus
vecinos". No se refiere al miedo, sino a un temor reverencial: el
reconocimiento de que la mano de Dios estaba actuando de forma extraordinaria.
La pregunta de la comunidad, "¿Qué llegará a ser este niño?", nos
invita a mirar con esperanza y respeto el propósito que Dios tiene para cada
vida desde su inicio.
Dios actúa en lo cotidiano para preparar grandes caminos de salvación,
y nuestra respuesta debe ser la obediencia confiada y el agradecimiento.

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