La Iglesia es católica y apostólica
Significado de estas dos notas características de la Iglesia
y el valor tienen para la comunidad cristiana.
Autor: SS Francisco | Fuente: Catholic.net
Cuando profesamos nuestra fe, nosotros afirmamos que la
Iglesia es católica y apostólica.
Pero, ¿cuál es efectivamente el significado de estas dos
notas características de la Iglesia? ¿Y qué valor tienen para la comunidad
cristiana y para cada uno de nosotros?
Católica
Católica significa universal.
Una definición completa y clara nos la ha ofrecido uno de los
Padres de la Iglesia, san Cirilo de Jerusalén, cuando afirma: La Iglesia sin
duda es llamada católica, es decir universal, por el hecho de que es difundida
por todos lados, desde una parte hasta la otra de los confines de la tierra; y
porque universalmente y sin deserción enseña todas las verdades que deben
llegar al conocimiento de los hombres, ya sea sobre las cosas celestes, que de
las terrestres.
Signo evidente de la catolicidad de la Iglesia es que habla
todas las lenguas. Y esto no es otra cosa que el efecto de Pentecostés: es el
Espíritu Santo, de hecho, que ha preparado a los Apóstoles y toda la Iglesia
para hacer resonar a todos, hasta los confines de la tierra, la Buena Noticia
de la salvación y del amor de Dios. La Iglesia así ha nacido católica, "sinfónica"
desde los orígenes, y no puede no ser católica, proyectada a la evangelización
y al encuentro con todos.
La Palabra de Dios hoy se lee en todas las lenguas, todos
tienen el Evangelio en la propia lengua, para leerlo y vuelvo a lo mismo.
Siempre es bueno tener con nosotros un Evangelio pequeño para llevarlo en el bolsillo,
y durante el día leer un pasaje. Esto nos hace bien, el Evangelio está difundido
en todos los idiomas porque la Iglesia, el anuncio de Cristo Redentor, es en
todo el mundo. Y por eso se dice que la Iglesia es católica, porque es
universal.
Apostólica
Si la Iglesia ha nacido católica, quiere decir que ha nacido
"en salida", misionera. Si los Apóstoles se hubieran quedado allí, en
el Cenáculo, sin salir a anunciar el Evangelio, la Iglesia sería solamente la
Iglesia de ese pueblo, de esa ciudad, de ese Cenáculo. Todos han salido por el
mundo, desde el momento del nacimiento de la Iglesia, desde el momento que ha
venido el Espíritu Santo. Y por eso la Iglesia ha nacido en salida, es decir,
misionera.
Es eso lo que expresamos calificándola de apostólica. Porque
el Apóstol es el que lleva la Buena Noticia de la Resurrección de Jesús. Este
término nos recuerda que la Iglesia tiene su fundamento en los Apóstoles y en
continuidad con ellos. Son los Apóstoles que han ido y han fundado nuevas
Iglesias, han hecho nuevos obispos y así en todo el mundo en continuidad.
Hoy, todos nosotros estamos en continuidad con ese grupo
Apóstoles que ha recibido el Espíritu Santo y luego han ido en salida a
predicar. La Iglesia es enviada a llevar a todos los hombres el anuncio del
Evangelio, acompañándolo con los signos de la ternura y del poder de Dios.
También esto deriva del evento de Pentecostés: es el Espíritu Santo, de hecho,
quien supera cualquier resistencia, vence la tentación de cerrarse en sí
mismos, entre pocos elegidos, y considerarse los únicos destinatarios de la
bendición de Dios. Imaginemos que un grupo de cristianos hace esto, nosotros
somos los elegidos, sólo nosotros, al final mueren, mueren primero en el alma
después morirán en el cuerpo. Porque no tienen vida, no son capaces de generar
vida, otras personas, otros pueblos, no son Apóstoles.
Y es el Espíritu quien nos conduce al encuentro con los
hermanos, también hacia los más distantes en cualquier sentido, para que puedan
compartir con nosotros el amor, la paz, la alegría que el Señor Resucitado nos
ha dejado como regalo.
¿Qué implica, para nuestras comunidades y para cada uno de
nosotros, formar parte de una Iglesia que es católica y apostólica?
En primer lugar, significa tener en el corazón la salvación
de toda la humanidad, no sentirse indiferentes o extraños frente a la suerte de
tantos de nuestros hermanos, sino abiertos y solidarios hacia ellos.
Significa además tener el sentido de la plenitud, de lo
completo, de la armonía de la vida cristiana, rechazando siempre las posiciones
parciales, unilaterales, que nos cierran en nosotros mismos.
Formar parte de la Iglesia apostólica quiere decir ser
consciente de que nuestra fe está anclada en el anuncio y el testimonio de los
mismos Apóstoles de Jesús. Está anclada, es una larga cadena que viene desde
allí. Y por eso sentirse siempre enviado, mandado, en comunión con los
sucesores de los Apóstoles, para anunciar, con el corazón lleno de alegría, a
Cristo y su amor a toda la humanidad.
Pidamos entonces al Señor renovar en nosotros el don de su
Espíritu, para que toda comunidad cristiana y todo bautizado sea expresión de
la santa madre Iglesia católica y apostólica.
Audiencia general del Papa Francisco. Miércoles 17 de
septiembre 2014.
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