Dios espera que nos humillemos e imploremos su ayuda
El Espíritu Santo desciende con suavidad y se puede
ahuyentar fácilmente. No se posa donde no es deseado. Dios se dirige a los
corazones abiertos y receptivos que ansían la verdad. Él busca a los sencillos,
a los humildes y a los contritos de corazón. Resiste a los soberbios, pero da
gracia a los humildes (1 Pedro 5:5). Si le pides ayuda, puedes confiar en que
te responderá. Si lo buscas, te mostrará el camino. Si estás vacío, te llenará
(Lucas 1:53).
Lo mismo sucede con la salvación: solo cuando reconoces que
eres pecador sientes la urgente necesidad de buscar la salvación. Al tomar
conciencia de tus culpas y comprender que te hace falta ayuda y perdón, le
pides a Dios que te salve, y entonces Él responde y acude en tu auxilio. Dice:
«Me buscaréis y me hallaréis, porque me buscaréis de todo vuestro corazón»
(Jeremías 29:13). Cuando clames afanosamente a Dios con el alma sedienta y
vacía, y le pidas que te llene, Él lo hará.
Jesús no obliga a nadie a aceptarlo: se queda esperando
amorosa y mansamente, y deja la decisión en nuestras manos. Pídele, pues, que
te ayude. Dios cumplirá Su promesa y te enseñará «cosas grandes y ocultas que
tú no conoces» (Jeremías 33:3).
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