UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO
Entre la
solidaridad y la limosna hay más diferencias que semejanzas. La primera es un
gesto de humanidad que realiza una persona con sus semejantes, privándose de
bienes necesarios para sí, en el entendido que la urgencia del prójimo es más
demandante que la propia necesidad. Esta acción se hace manifiesta en tantas
circunstancias de la vida que sería largo enumerarlas aquí. Basta con recordar
las muestras de generosidad con ocasión de los últimos terremotos. La limosna
es un gesto de compasión, dirigido casi siempre a una persona en situación de
notoria vulnerabilidad, migrantes, desempleados, adultos mayores, niños en
situación de calle y un largo etcétera. Cuando se entrega con un corazón limpio
y se recibe como una ayuda emergente, también sirve para aliviar la
desesperanza de los más necesitados. Cada quien encontrará la forma oportuna
para vivir la lección: todos comerán y sobrará.
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