UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO
No faltan entre
nosotros las situaciones que merecen un profundo debate: ¿Cómo generar un clima
de seguridad y paz social sin incurrir en abusos contra los derechos humanos?
¿Cómo facilitar el acceso a las oportunidades de estudio y empleo digno para
todos sin hipotecar la estabilidad económica del país? ¿Cómo conciliar la
libertad de pensamiento de cada ciudadano con los derechos de los débiles y los
vulnerables? Quien acostumbra declarar a los cuatro vientos su particular
manera de ver las cosas y de paso descalifica por insuficiente la postura
ajena, está en camino de convertirse en un fanático. ¡Profetas de la verdad
única nos sobran! Líderes que dogmatizan y decretan la ruta de la verdad nos estorban
para garantizar la pluralidad democrática. Es inevitable que existan
diferencias notables entre las distintas mentalidades políticas, pero ninguna
puede erigirse como la opción suprema y descalificar la postura del adversario
sin aportar argumentos. La coexistencia pacífica de las alternativas políticas
es un signo de civilidad. Ezequiel lo sabía y el Señor Jesús también: cuando
todo mundo se siente dueño de la verdad no sabe escuchar.
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