UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO
La discusión de
la ley de seguridad interior, lo mismo que sobre la renta básica universal o la
estrategia para contener la dinámica de la violencia criminal es ocasión para
que los ciudadanos hagamos sentir nuestra voz. La misión evangelizadora incluye
obviamente el anuncio sobre la victoria de Cristo resucitado sobre la muerte y
el pecado. Por eso mismo, no podemos desentendernos de las situaciones
contrarias al triunfo de la vida sobre la muerte. La desigualdad, la violencia
contra las mujeres, cualquier forma de maltrato a la dignidad humana es un
llamado y una oportunidad de concretar nuestra misión profética. No basta con
descalificar las propuestas que nos parezcan insuficientes, es obligado
proponer, participar y apoyar las iniciativas benéficas que contribuyan al
mejoramiento de nuestra vida pública. La motivación para hacerlo no es el
disfrute del poder, ni el ansia de disponer del presupuesto público de manera
ventajosa. De eso ya tenemos ejemplos de sobra. La participación del cristiano
en la vida pública tendrá que responder a una genuina vocación de servicio.
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