domingo, 14 de julio de 2019

UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO 20190714




Las acciones para remediar un poco los estragos del maltrato a nuestra casa común comienzan a ser significativas cuando son de alto impacto. Una botella de plástico que no usamos no hace una diferencia sustancial. Un millón de botellas no usadas cada día empieza a ser algo trascendente. Lo mismo pasa con los samaritanos del siglo XXI. Una persona que ofrece frijoles y cobijas a un migrante está cumpliendo con su conciencia humanitaria. No resuelve el problema a nivel macro, sin embargo, está viviendo personalmente en conformidad con el Evangelio. Amar al prójimo sirviendo a los migrantes, atendiendo a las víctimas de la violencia es una forma de aplicar el mensaje de la parábola. Por fortuna, seguimos siendo interpelados doblemente: por un lado, está ahí delante de nosotros el rostro del necesitado de pan, abrigo y trabajo; por el otro, nos damos cuenta de personas solidarias, que comparten algo de su tiempo y sus bienes. Estos samaritanos desajustan nuestra indiferencia. Son los gestos proféticos que Dios escoge para llamarnos oportunamente a servir y servirle.



No hay comentarios:

Publicar un comentario