viernes, 5 de julio de 2019

UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO 20190707




Una sociedad tan llena de víctimas, de fosas clandestinas, de desaparecidos y de inseguridad está urgida de misioneros y servidores de la paz. Una paz que ahora mismo parece tan anhelada como lejana. Una paz que Dios nos regala, pero que nosotros debemos construir con grandes esfuerzos. No hay recetas para la paz que no incluyan el respeto total por la dignidad de cada persona. Ni el ansia de riqueza sin trabajo, ni la política sin principios, ni la fe sin sacrificios ayudan a construir la paz. La paz del Reino nace de la justicia y el respeto a los derechos de toda persona. Los cristianos que confesamos a Jesucristo tenemos que convencernos que la vida es absolutamente sagrada y que no podemos seguir disociando nuestra fe de nuestra vida cotidiana. En los primeros años de la educación familiar se siembran los valores fundamentales. En esta coyuntura, urge interiorizar antes que nada el respeto pleno a la vida y os bienes de cada persona.

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