La experiencia de los creyentes que viven demasiado seguros de
sus creencias se convierte en ocasiones en un peligro para la convivencia
social. La superioridad moral o religiosa de quienes juzgan que su camino
religioso es muy superior al de los otros, puede convertirse en fanatismo y
violencia. Desafortunadamente hemos conocido ejemplos recientes, no solo por
parte de fanáticos religiosos, sino también de políticos que alegan la
supremacía de una raza o una cultura sobre otra. La mirada del profeta Isaías
no se asemeja a tales discursos. El Siervo del Señor tiene una misión amistosa
e incluyente: invitar a todos los pueblos a la salvación. No se trata de
imponer, sino de proponer un camino de salvación para las personas bien
dispuestas. Estamos urgido s de vivir la fe con una actitud más dialogal.
Quienes no consiguen comprender las exigencias evangélicas, no pueden ser
forzados a vivir conforme a lo que a los cristianos nos parece tan claro y
natural.
No hay comentarios:
Publicar un comentario