sábado, 18 de enero de 2020

Éste es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo.




Del santo Evangelio según san Juan: 1, 29-34

En aquel tiempo, vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacia él, y exclamó: "Éste es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo he dicho: 'El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo'. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que él sea dado a conocer a Israel".
Entonces Juan dio este testimonio: "Vi al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo'. Pues bien, yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios". Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

Juan al ver a Jesús  que venía caminando hacia su persona se manifiesta  diciendo: "este es  el Cordero de Dios que  quita  el pecado del  mundo".  Para comprender en su esencia estas  palabras con las que  el Bautista define a Jesús es necesario introducirnos en las escrituras, desde el antiguo testamento hasta otros pasajes del evangelio.
Por  un  lado el profeta Isaías en el canto del siervo de Dios, compara al siervo que sufre con un cordero al que se lleva al matadero: "como oveja ante el esquilador, enmudecía  y no abría la boca". Por otro lado es importante recordar que Jesús fue crucificado durante una  fiesta de Pascua y debía aparecer  por tanto  como el verdadero cordero pascual, en el que se cumplía lo que había significado el cordero pascual en la salida de  Egipto: liberación  y camino  de libertad  hacia la promesa. A partir  de la Pascua,  el simbolismo del cordero ha sido fundamentalmente para entender a Cristo.
Es decir, si en las penurias de la opresión egipcia la sangre del cordero pascual había sido decisiva para la liberación de Israel, Jesús que se ha hecho siervo, el pastor que se ha convertido en cordero, se ha hecho garantía ya no solo para Israel, sino para la liberación del mundo, para toda la humanidad. Se llama  pecado del mundo al pecado  original, que es el pecado común a todos los hombres, cuyo  pecado, como todos  los  demás que a éste pueden  añadirse, los quita Jesucristo por medio de  su gracia. Juan pasaba sus días dando testimonio de aquel que vendría, y que en el relato de hoy podemos.
Juan  trae  a la memoria  palabras  con las cuales  se ha  referido  sobre Jesús en su testimonio; "Detrás de viene un  hombre  que  es  más importante que yo,  porque existía   antes   que yo". Estas  dos  afirmaciones de Juan nos hacen pensar en las dimensiones de Jesús;  su vida terrena "vino detrás de Juan", es decir nació después de él; y  sobre  su  realidad  eterna:  "existía antes que yo".
Juan  en sus palabras  esclarece cuál es su  misn: anunciar a aquel vendría para que el pueblo lo reconozca. Juan allana  el camino, señala a Jesús, para que a él miren los hombres.
Una vez más Dios da un signo.  Basta recordar  domingos  pasados  en que el evangelio  nos  decía  que  un  signo  se les había dado a los pastores para reconocer a Jesús,  y en este  caso  se trata también  de un signo dado a Juan para  reconocer al Señor: "Aquél sobre el que veas bajar y posarse  el Espíritu es el que ha de bautizar  con Espíritu Santo". Es interesante prestar atención a estas palabras; el Espíritu baja y permanece, no se esfuma o desaparece. Signo de la profunda comunión entre Dios Padre, en su Hijo Jesús, y en este Espíritu Santo.
A Juan  le basto  con ver para  creer, y dar testimonio de que este hombre es el Hijo de Dios. Recordemos  que sus primeras   palabras   acerca   de   Jesús fueron  "este es el cordero de Dios", y sus  últimas  palabras  "este  es el Hijo de Dios". Podemos  decir que Juan  es quien da la mejor definición acerca de la persona  de Jesús: El Hijo de Dios es el cordero que quita el pecado del mundo.


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