viernes, 3 de enero de 2020

UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO 20200105



Por más que las sombras parezcan cada vez más densas y las malas noticias nos abrumen, no conviene perder de vista las pequeñas y grandes señales luminosas que Dios nos sigue entregando. Jesús se manifiesta en la historia de familias hospitalarias que acogen a hombres y mujeres de buena voluntad que llaman a su puerta. La epifanía no es leyenda, ni relato de ficción; tampoco es un suceso añejo encapsulado en la pequeña aldea llamada Belén. El Verbo de Dios se ha metido en la historia humana para vivificarla y dinamizarla. Donde dos o más viven alguna experiencia del amor y la gratuidad divina, continúa vivo el misterio de la Epifanía. El Espíritu de Jesús alienta procesos de transformación personal que no documentan reporteros ni redes sociales, pero que van deletreando gustosamente los hombres y mujeres abiertos al misterio de Dios.

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