La salvación siempre ha sido un tema difícil para el pensamiento
cristiano. Por un lado, no puede ser automáticamente universal, ya que esa
posición no toma en serio el libre arbitrio y el esfuerzo que Dios exige de
nosotros. El Padre de la Iglesia, Orígenes (c. 185-c. 254), fue condenado por
supuestamente afirmar tal idea. Por otro lado, la salvación no puede exigir
tanto esfuerzo que sólo unos pocos se salven. Dios no es elitista, sino que muestra
la voluntad misericordiosa de salvar a todos. El Magisterio ha rechazado una
visión tan estrecha en su condenación de algunos de los Reformadores
Protestantes, como Juan Calvino (1509-1564). La reflexión sobre la salvación
debe buscar un equilibrio entre el esfuerzo libre de los seres humanos y la
misericordia infinita de Dios, entre una universalidad fácil y una salvación
limitada.
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