Para la fe cristiana, su relación
con facetas de la vida no explícitamente religiosas, como la política y la
economía, siempre ha sido una cuestión difícil. Han sido claramente rechazadas
las posiciones extremas, como la condenación total del mundo material por
grupos espiritualistas y el abrazo completo del poder temporal por el
pensamiento teocrático. Pero parece que cada comunidad y persona tiene que buscar
un equilibrio justo entre su fe y lo temporal. Es lo que sugiere el Concilio
Vaticano II en su documento, Gaudium et spes: "se equivocan los cristianos
que, pretextando que no tenemos aquí ciudad permanente consideran que pueden
descuidar las tareas temporales El divorcio entre la fe y la vida diaria de
muchos debe ser considerado como uno de los más graves errores de nuestra
época" (n. 43; véanse también nn. 36, 37, 39).
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