En medio de su camino a Jerusalén -en una parte del Evangelio de Lucas
(9, 51 a 19, 28) frecuentemente considerada un relato de viaje- Jesús discute
las exigencias de seguirlo. Es como si intentara prevenir la misma especie de
malentendidos que algunos israelitas tuvieron acerca del éxodo desde la
esclavitud de Egipto a la liberación de la Tierra Prometida, a saber, que iba a
ser un viaje fácil, entretenido, y privilegiado. Al contrario de esos
"pensamientos torpes" y "razonamientos inseguros" (Sab 9,
14), el discipulado cristiano es un camino que exige, entre otras cosas, el
abandono de todo lo que podría ser un obstáculo a su meta, incluidos la
familia, el confort y lo que uno posee. Hay que pensar bien esta vida para
entender los retos inesperados y duros que, como cualquiera otro viaje, pueden
presentarse.
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