Una Iglesia que está muerta no
tiene el Espíritu Santo. Una Iglesia que está cerrada en sí misma, que teme al
cambio y el crecimiento, que siempre hace guerra contra un mundo que percibe
como un enemigo decidido, que gasta su tiempo haciendo alarde de su
superioridad, una tal Iglesia no tiene el Espíritu Santo. En esta vigilia de
una fiesta que a veces es llamada "el cumpleaños de la iglesia,"
porque recuerda la venida del Espíritu Santo a los Apóstoles y su formación por
dicha fuente de vida en una Iglesia viva, tenemos que evaluar nuestras
comunidades eclesiales. Una primera pregunta, en cualquier evaluación, es
simplemente, ¿estamos vivos? ¿Cuáles son los signos de la vida en nuestra
comunidad? ¿Cuáles son las herramientas que utiliza el Espíritu Santo para
llevarnos la vida? ¿Dónde ponemos obstáculos al Espíritu Santo y en qué formas
abrazamos la muerte?
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