En la antigüedad, la edad media, y
aun en el renacimiento, la humanidad era orientada hacia el pasado: se creía
que era necesario mirar a los orígenes pasados para saber cómo vivir. En la
edad moderna, hasta nuestros días, la humanidad ha sido orientada al presente:
se creía que era necesario vivir en la actualidad -agarrar el momento presente
para vivir una existencia plena. Mientras que el pasado y el presente son
importantes, sin embargo, tenemos que admitir que el futuro es también esencial.
Varios filósofos, como Martin Heidegger (1889-1976), nos han recordado que el
impulso hacia el futuro es crucial al ser humano. Pero no hay que ser un
intelectual famoso para darse cuenta de que no hay esperanza sin el futuro.
Para los cristianos, la fuente del futuro y de la esperanza es el Espíritu
Santo.
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