Desde el siglo XVIII los
cristianos han definido un milagro como una transgresión de las leyes de la
naturaleza. Es una ocasión en que Dios entra en nuestra realidad desde el cielo
para suspender dichas leyes: por ejemplo, la curación de un enfermo que no
puede ser explicada por los médicos. Pero ¿por qué quisiera Dios violar las
leyes sabias que El mismo ha perfectamente instituido? Además, tenemos que
reconocer que Dios no entra en nuestra realidad desde fuera, sino que está
siempre aquí con nosotros. Por eso, varios teólogos, junto con algunos físicos
creyentes, han intentado pensar más profundamente la realidad de los milagros,
evitando la tentación racionalista de reducirlos a fenómenos naturales y
buscando respetar la acción divina entre nosotros.
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