La realidad
del mal ha llamado la atención de creyentes desde sus principios, pero no
siempre ha sido percibida sabiamente. Por un lado, algunos han adoptado una
concepción apocalíptica del mal, según la cual hay una división rígida y clara
entre éste y el bien. Pero esta concepción hace caso omiso de que los dos se
mezclan de manera compleja cuando se encuentran en la vida cotidiana. Por otro
lado, algunos han concebido el mal como si fuera una u otra enfermedad psicológica,
explicable por medio de la psiquiatría. Pero esta concepción es una especie de
reduccionismo que hace caso omiso de las facetas inhumanas e irrazonables del
mal. En último análisis, el mal debe ser concebido como un misterio en que
debemos pensar críticamente y contra el cual tenemos que luchar junto con el
Señor.
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