«Hermanos, habéis aprendido cómo el Reino de ¡os cielos, con toda su
grandeza, se compara a un grano de mostaza. ¿Es esto lo que los creyentes
esperan? ¿Lo que los fieles entienden? ¿Es lo que el ojo no vio, ni el oído
oyó, ni el corazón del hombre puede entender? ¿Es lo que promete el apóstol
Pablo y que ha estado reservado en el misterio inexplicable de salvación, para
aquellos que le aman? (1 Co 2, 9). No nos dejemos desconcertar por las palabras
del Señor Si, en efecto, la debilidad de Dios es más fuerte que el hombre, y si
la locura de Dios es más sabía que el hombre (1 Co 1, 25), esta pequeña cosa,
que es propiedad de Dios, es más espléndida que toda la inmensidad del mundo.
Nosotros solamente podemos sembrar en nuestro corazón esta semilla de mostaza,
de modo que llegue a ser un gran árbol del conocimiento (Gn 2,9), sobrepasando
su altura para elevar nuestro pensamiento hasta el dé lo, y desplegando todas
las ramas de la inteligencia. Cristo es el Reino. A manera de una semilla de
mostaza, ha sido sembrado en un jardín, el cuerpo de la Virgen. Credo y llegó a
ser el árbol de la cruz que cubre la tierra entera. Después de que hubiera sido
triturado por la Pasión, su fruto produjo bastante sabor para dar su buen gusto
y su aroma a todos los seres vivos que lo tocan. Porque, mientras la semilla de
mostaza permanezca intacta, sus virtudes quedan escondidas, pero despliegan
toda su potencia cuando ¡a semilla es molida. De igual modo. Cristo quiso que
su cuerpo fuera molido para que su fuerza no quede escondida. Cristo es rey
porque es el principio de toda autoridad. Cristo es el Reino, porque en él
reside toda la gloria de su remo» (San Pedro Crisólogo [c.380-450]. Sermón
98,1-2).
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