Un interrogante que recurre en periodos violentos como el que ahora
vivimos es el siguiente: ¿Cuándo serán atendidos los reclamos y súplicas de las
víctimas? Los contemporáneos del profeta Habacuc llevaban años padeciendo la
brutalidad de los invasores asirios, sin advertir que su fe en Dios y sus
ruegos marcaran alguna diferencia. La fe probada se convierte en esperanza,
aunque los hechos desafortunados persistan, la esperanza sostiene el ánimo del
creyente. Quienes hemos recibido el don de la esperanza no tenemos que
desentendernos de nuestras responsabilidades ciudadanas. La esperanza nos
alienta a sumarnos a proyectos y propuestas exigentes que alivien la
inseguridad y la violencia. La resignación pasiva no es el rostro de la
esperanza cristiana, aunque algunos así lo piensen. San Ignacio de Loyola lo
expresaba de manera certera: "Actúa como si todo dependiera de ti. Confía
como si todo dependiera de Dios".
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