En aquel tiempo, fueron a ver a Jesús su madre y sus parientes, pero no
podían llegar hasta donde él estaba porque había mucha gente. Entonces alguien
le fue a decir: "Tu madre y tus hermanos están allá afuera y quieren
verte". Pero él respondió: "Mi madre y mis hermanos son aquellos que
escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica".
Reflexión
La respuesta de Jesús no es un rechazo a su familia biológica, sino una
revelación profunda: la verdadera familia de Jesús se define por la fe y la
obediencia a Dios.
Jesús amplía el concepto de familia más allá de los lazos sanguíneos.
En su visión, la comunidad de creyentes que escucha y vive la Palabra de Dios
se convierte en su familia. Esto es especialmente poderoso para quienes han
sido excluidos, abandonados o marginados: en Cristo, todos tienen un lugar,
todos son hermanos.
Jesús no dice “los que oyen la palabra” solamente, sino “los que la
ponen en práctica”. Esto nos llama a una fe activa, encarnada en obras de
justicia, compasión y verdad. La obediencia no es sumisión ciega, sino
respuesta amorosa y comprometida.
En contextos de sufrimiento, pobreza o exclusión, no estás solo. Tu
familia espiritual te abraza, te sostiene, te reconoce. La Iglesia —cuando vive
esta verdad— se convierte en hogar para los huérfanos, los migrantes, los
rechazados.
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