Diez ideas breves, sencillas y claves
sobre el sentido y necesidad de la solemnidad de Todos los Santos (1 de
noviembre)
El 1 de noviembre es la solemnidad litúrgica
de Todos los Santos, que prevalece sobre el domingo. Se trata de un popular y
bien sentida fiesta cristiana, que al evocar a quienes nos han precedido en el
camino de la fe y de la vida, gozan ya de la eterna bienaventuranza, son ya
-por así decirlo- ciudadanos de pleno derecho del cielo, la patria común de
toda la humanidad de todos los tiempos.
1.- El día de Todos los Santos cuenta un milenio
de popular y sentida historia y
tradición en la vida de la
Iglesia. Fueron los monjes benedictinos de Cluny quienes
expandieron esta festividad,
2.- En este día celebramos a todos aquellos
cristianos que ya gozan de la visión de Dios, que ya están en
el cielo, hayan sido o no declarados santos o beatos por la Iglesia. De ahí, su
nombre: el día de Todos los Santos.
3.- Santo es aquel cristiano que, concluida su existencia terrena,
está ya en la presencia de Dios, ha recibido –con palabras de San Pablo- “la
corona de la gloria que no se marchita”.
4.- El santo, los
santos son siempre reflejos de la gloria y de la santidad de Dios.
Son modelos para la vida de los cristianos e intercesores de modo que a los
santos se pide su ayuda y su intercesión. Son así dignos y merecedores de culto
de veneración.
5.- El día de Todos los Santos incluye en su celebración y contenido a los
santos populares y conocidos, extraordinarios cristianos a quienes la Iglesia dedica en especial
un día al año.
6.- Pero el día de Todos los Santos es, sobre todo, el
día de los santos anónimos, tantos de ellos miembros de
nuestras familias, lugares y comunidades.
7.- El día de Todos los Santos es igualmente
una oportunidad para recordar la llamada universal a la santidad presente en todos los
cristianos desde el bautismo. Es ocasión para hacer realidad en nosotros la
llamada del Señor a que seamos perfectos- santos- como Dios, nuestro Padre
celestial, es perfecto, es santo.
Se
trata de una llamada apremiante a que vivamos todos nuestra vocación a la
santidad según nuestros propios estados de vida, de consagración y de servicio.
En este tema insistió mucho el Concilio Vaticano II. El capítulo V de su
Constitución dogmática “Lumen Gentium” lleva por título “Universal vocación a
la santidad en la Iglesia ”.
Y
es que la santidad no es patrimonio de algunos pocos privilegiados. Es el
destino de todos, como fue, como lo ha sido para esa multitud de santos
anónimos a quienes hoy celebramos.
8.- La santidad cristiana consiste en vivir y cumplir los
mandamientos. “El santo no es un ángel, es hombre en
carne y hueso que sabe levantarse y volver a caminar. El santo no se olvida del
llanto de su hermano, ni piensa que es más bueno subiéndose a un altar. Santo
es el que vive su fe con alegría y lucha cada día pues vive para amar”.
(Canción de Cesáreo Gabaraín).
”El
santo es aquel que está tan fascinado por la belleza de Dios y por su perfecta
verdad que éstas lo irán progresivamente transformando. Por esta belleza y
verdad está dispuesto a renunciar a todo, también a sí mismo. Le es suficiente
el amor de Dios, que experimenta y transmite en el servicio humilde y
desinteresado del prójimo”. (Benedicto XVI)
9.- La santidad se gana, se logra, se
consigue, con la ayuda de la gracia, en tierra, en el quehacer y el compromiso de cada día,
en el amor, en el servicio y en el perdón cotidianos. “El afán de cada día
labra y vislumbra el rostro de la eternidad”, escribió certera y hermosamente
Karl Rhaner. El cielo, sí, no puede esperar. Pero el cielo –la santidad- solo
se gana en la tierra.
10.- Por fin, el día de Todos los Santos nos
habla de que la vida humana no termina con la muerte sino que abre a la luminosa vida de
eternidad con Dios. El día de Todos los Santos es la catequesis y celebración
de los misterios de nuestra fe relativos al final de la vida, los llamados
“novísimos”: muerte, juicio, eternidad.
Y
por ello, al día siguiente a la fiesta de Todos los Santos, el 2 de
noviembre, celebramos, conmemoramos a los difuntos. Es día de oración y de
recuerdo hacia ellos. Es día para saber vivir la vida según el plan de Dios. Es
día, como el día, en el que la piedad de nuestro pueblo fiel visita los
cementerios. Todo el mes de noviembre está dedicado especialmente a los
difuntos y a las ánimas del Purgatorio.
Jesús de las Heras Muela (Director de
ECCLESIA y de ECCLESIA DIGITAL)
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