LOS SÍMBOLOS DE LA FE *
Quien dice
"Yo creo", dice "Yo me adhiero a lo que nosotros creemos".
La comunión en la fe necesita un lenguaje común de la fe, normativo para todos
y que nos una en la misma confesión de fe.
Desde su origen,
la Iglesia apostólica expresó y transmitió su propia fe en fórmulas breves y
normativas para todos (cf. Rm 10,9; 1 Co 15,3-5; etc.). Pero muy pronto, la
Iglesia quiso también recoger lo esencial de su fe en resúmenes orgánicos y
articulados destinados sobre todo a los candidatos al bautismo.
Se llama a estas
síntesis de la fe "profesiones de fe" porque resumen la fe que
profesan los cristianos. Se les llama "Credo" por razón de que en
ellas la primera palabra es normalmente : "Creo". Se les denomina
igualmente "símbolos de la fe".
La primera
"Profesión de fe" se hace en el Bautismo. El "Símbolo de la
fe" es ante todo el símbolo bautismal.
Puesto que el Bautismo es dado "en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo" (Mt 28,19),
las verdades de fe profesadas en el Bautismo son articuladas según su
referencia a las tres personas de la Santísima Trinidad.
El Símbolo se
divide, por tanto, en tres partes: "primero habla de la primera Persona
divina y de la obra admirable de la creación; a continuación, de la segunda
Persona divina y del Misterio de la Redención de los hombres; finalmente, de la
tercera Persona divina, fuente y principio de nuestra santificación" (Catecismo
Romano, 1,1,3). Son "los tres capítulos de nuestro sello
(bautismal)" (San Ireneo de Lyon, Demonstratio
apostolicae praedicationis, 100).
Entre todos los
símbolos de la fe, dos ocupan un lugar muy particular en la vida de la Iglesia:
El Símbolo de los Apóstoles,
llamado así porque es considerado con justicia como el resumen fiel de la fe de
los Apóstoles. Es el antiguo símbolo bautismal de la Iglesia de Roma. Su gran
autoridad le viene de este hecho: "Es el símbolo que guarda la Iglesia romana,
la que fue sede de Pedro, el primero de los apóstoles, y a la cual él llevó la
doctrina común" (San Ambrosio,Explanatio Symboli, 7: PL 17, 1158D).
El Símbolo llamado de
Nicea-Constantinopla debe su
gran autoridad al hecho de que es fruto de los dos primeros Concilios
ecuménicos (325 y 381). Sigue siendo todavía hoy el símbolo común a todas las
grandes Iglesias de Oriente y Occidente.
* Cf CEC 185-195
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