En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le dijeron:
"Vete de aquí, porque Herodes quiere matarte”. Él les contestó:
"Vayan a decirle a ese zorro que seguiré expulsando demonios y haciendo
curaciones hoy y mañana, y que al tercer día terminaré mi obra. Sin embargo,
hoy, mañana y pasado mañana tengo que seguir mi camino, porque no conviene que
un profeta muera fuera de Jerusalén. ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas y
apedreas a los profetas que Dios te envía! ¡Cuántas veces he querido reunir a
tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas, pero tú no has querido!
Así pues, la casa de ustedes quedará abandonada. Yo les digo que no me volverán
a ver hasta el día en que digan: '¡Bendito el que viene en el nombre del
Señor!' "
Reflexión
Jesús responde a la advertencia de los fariseos con una frase
contundente: “Id y decid a ese zorro…”. El término “zorro” no solo señala
astucia, sino también insignificancia y engaño. Jesús no se intimida ante el
poder político; su misión está guiada por el plan divino, no por amenazas
humanas.
Jesús afirma que “hoy, mañana y pasado mañana” seguirá sanando y
expulsando demonios. Esta triple expresión no es literal, sino simbólica:
representa la plenitud de su ministerio. Él sabe que su destino está en
Jerusalén, la ciudad que históricamente ha rechazado a los profetas.
La imagen de la gallina que quiere reunir a sus polluelos bajo las alas
es profundamente maternal. Jesús expresa un amor tierno y protector hacia
Jerusalén, pero también una tristeza desgarradora: “¡Y no quisiste!”.
Hoy debemos:
Reconocer la firmeza de Jesús ante el peligro, sin desviarse de su
propósito.
Reflexionar sobre nuestra apertura al llamado divino: ¿nos dejamos
reunir bajo sus alas?
Valorar el dolor de Dios ante el rechazo humano, no como castigo, sino
como lamento de un amor no correspondido.

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