lunes, 3 de noviembre de 2025

Evangelio del 4 de noviembre 2025 Lucas 14, 15-24



En aquel tiempo, uno de los que estaban sentados a la mesa con Jesús le dijo: "Dichoso aquel que participe en el banquete del Reino de Dios”. Entonces Jesús le dijo: "Un hombre preparó un gran banquete y convidó a muchas personas. Cuando llegó la hora del banquete, mandó un criado suyo a avisarles a los invitados que vinieran, porque ya todo estaba listo. Pero todos, sin excepción, comenzaron a disculparse. Uno le dijo: "Compré un terreno y necesito ir a verlo; te ruego que me disculpes". Otro le dijo: "Compré cinco yuntas de bueyes y voy a probarlas; te ruego que me disculpes". Y otro más le dijo: "Acabo de casarme y por eso no puedo ir”. Volvió el criado y le contó todo al amo. Entonces el Señor se enojó y le dijo al criado: "Sal corriendo a las plazas y a las calles de la ciudad y trae a mi casa a los pobres, a los lisiados, a los ciegos y a los cojos”. Cuando regresó el criado, le dijo: "Señor, hice lo que me ordenaste, y todavía hay lugar". Entonces el amo respondió: "Sal a los caminos y a las veredas; insísteles a todos para que vengan y se llene mi casa. Yo les aseguro que ninguno de los primeros invitados participará de mi banquete"".

 

Comentario

 

Este pasaje nos presenta una escena profundamente simbólica: un hombre organiza un gran banquete e invita a muchos, pero los invitados comienzan a excusarse. Entonces, el anfitrión manda llamar a los pobres, los lisiados, los ciegos y los cojos, llenando su casa con quienes nunca habrían esperado ser incluidos.

¿Qué nos revela esta parábola?

•          La generosidad de Dios: El banquete representa el Reino de Dios, abierto a todos, especialmente a quienes son marginados o considerados “últimos” por la sociedad.

•          La urgencia de responder: Las excusas de los primeros invitados reflejan cómo las preocupaciones mundanas pueden alejarnos de lo esencial. El llamado divino requiere una respuesta libre y decidida.

•          La inclusión radical: Jesús rompe con las expectativas sociales y religiosas de su tiempo. El Reino no es exclusivo, sino expansivo, acogiendo a quienes están dispuestos a entrar, sin importar su condición.

•          Una advertencia velada: Quienes rechazan la invitación no solo pierden una comida, sino la comunión con Dios. Es un llamado a no dejar pasar la gracia por distracciones o comodidades.

 

Reflexión

 

¿Estamos aceptando la invitación al banquete de la vida eterna, o estamos demasiado ocupados con nuestras propias agendas? ¿Y cómo estamos invitando a otros, especialmente a los que menos tienen, a compartir esa mesa? 

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