viernes, 7 de noviembre de 2025

Evangelio del 8 de noviembre 2025 Lucas 16, 9-15


 


En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Con el dinero, tan lleno de injusticias, gánense amigos que, cuando ustedes mueran, los reciban en el cielo. El que es fiel en las cosas pequeñas, también es fiel en las grandes; y el que es infiel en las cosas pequeñas, también es infiel en las grandes. Si ustedes no son fieles administradores del dinero, tan lleno de injusticias, ¿quién les confiará los bienes verdaderos? Y si no han sido fieles en lo que no es de ustedes, ¿quién les confiará lo que sí es de ustedes? No hay criado que pueda servir a dos amos, pues odiará a uno y amará al otro, o se apegará al primero y despreciará al segundo. En resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero”. Al oír todas estas cosas, los fariseos, que son amantes del dinero, se burlaron de Jesús. Pero él les dijo: "Ustedes pretenden pasar por justos delante de los hombres, pero Dios conoce sus corazones, y lo que es muy estimable para los hombres, es detestable para Dios".

 

Reflexión

 

El núcleo de este pasaje es la correcta administración de los recursos materiales. Jesús no aprueba la deshonestidad del administrador, sino que alaba su astucia y su cumplimiento para asegurar un futuro. La lección para los discípulos es ser igualmente sagaces y previsores, pero para un propósito eterno:

Se anima a los discípulos a usar el dinero y las posesiones de este mundo temporal y fácilmente corrompible para "ganarse amigos" que los reciban en las "moradas eternas". Esto se interpreta comúnmente como usar los bienes materiales en actos de caridad y generosidad que acumulen tesoros en el cielo y aseguren la vida eterna

Jesús advierte: "Ningún servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o se dedicará a uno y despreciará al otro. No pueden servir a Dios y al Dinero.

Esta frase exige una elección radical y exclusiva de lealtad. El dinero no es solo un objeto, sino que se personifica como un falso "señor" que exige una devoción que compite directamente con la de Dios. El servicio a uno implica el desprecio del otro.

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