lunes, 27 de octubre de 2025

Evangelio del 28 de octubre 2025 Lucas 6, 12-19

 

Por aquellos días, Jesús se retiró al monte a orar y se pasó la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, eligió a doce de entre ellos y les dio el nombre de apóstoles. Eran Simón, a quien llamó Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y Juan; Felipe y Bartolomé; Mateo y Tomás; Santiago, el hijo de Alfeo, y Simón, llamado el Fanático; Judas, el hijo de Santiago, y Judas Iscariote, que fue el traidor. Al bajar del monte con sus discípulos y sus apóstoles, se detuvo en un llano. Allí se encontraba mucha gente, que había venido tanto de Judea y Jerusalén, como de la costa, de Tiro y de Sidón. Habían venido a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; y los que eran atormentados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarlo, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.


Reflexión

 

Antes de tomar decisiones importantes, Jesús se retira a orar. No es una pausa estratégica, sino una comunión profunda con el Padre. Nos enseña que toda misión comienza en el silencio, en la intimidad con Dios.

Jesús no elige a los más poderosos ni a los más sabios, sino a hombres comunes, con debilidades y esperanzas. Esta elección es un acto de confianza radical en lo que Dios puede hacer a través de lo pequeño y lo frágil.

Cuando Jesús baja de la montaña para encontrarse con la multitud, vemos que aquí no hay distancia ni exclusividad. Él se acerca a los enfermos, a los atormentados, a los que buscan consuelo. Su poder no se guarda, se entrega.

Este movimiento —de la altura a la cercanía, de la oración a la acción— revela que el Reino de Dios no es una idea abstracta, sino una presencia que sana, elige y transforma. Jesús no se queda en lo alto: baja, toca, escucha, y sana.

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