UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO
La intención
de este pasaje evangélico es ofrecer una propuesta alternativa ante los abusos
de poder. Si bien Jesús denuncia los fallos de los escribas y fariseos, no
podemos alegar que dichos abusos fueran exclusivos de ellos. Quien ejerza un
cargo público o un ministerio eclesial podrá corromperse en la medida que no
esté sujeto a una permanente rendición de cuentas. Tanto en las instituciones
públicas como en la comunidad eclesial, encontramos frecuentes situaciones de
abuso de autoridad, que permanecen impunes. La incongruencia y el maltrato
siempre resultan reprobables, pero lastiman en mayor medida la credibilidad de
la Iglesia cuando son realizados por ministros que predican los valores evangélicos
sin ocuparse de ponerlos en práctica. Jesús nos da una orientación segura:
antes que ministros, maestros o directores, estamos vinculados por el lazo de
la fraternidad.
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