UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO
TIEMPO
Nosotros, los que confesamos la presencia de Jesucristo en la
Eucaristía, en su Palabra y en la comunidad que participa en la fracción del
pan, estamos abiertos a la dimensión simbólica del cuerpo de Cristo. Los que
comulgamos con él, nos alimentamos de la mesa de su Palabra y de la mesa de la
Eucaristía. Se produce una íntima comunión con él y a su vez, se debe generar
una comunión profunda entre todos los participantes. Participando de un único
pan y un único cáliz, nos conformamos como el Cuerpo místico de Cristo. Desde
esta espiritualidad hemos de enfrentar la nueva pandemia, la de la aporofobia
(rechazo a los pobres), que acertadamente explica la filósofa española Adela
Cortina. Se rechaza al otro, no por ser de otra etnia o de otra cultura, sino
precisamente porque es pobre y carece de recursos.
Por eso los pobres migrantes y
desplazados resultan despreciables ante una sociedad que solo aprecia el valor
de los bienes materiales.
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