La realeza de
Jesús sigue siendo inspiradora para quienes lo confesamos como el rey pacífico
y humilde que ejerce su autoridad como servicio. Mientras menos distancia
exista entre el estilo de vida y las percepciones económicas de gobernantes y
gobernados, resultará más creíble su función como servidores públicos. En
México vivimos en una democracia tan costosa como escasamente útil. Del mismo
modo que nos resulta injusto sostener tan enorme despilfarro de recursos,
encontramos injustificable que algunos jerarcas eclesiales vivan rodeados de
privilegios. Su misión apostólica resulta menos creíble. Por fortuna, siempre
podremos mirarnos en el espejo del rey y servidor alternativo que nos presenta
san Juan. Este perfil nos servirá para ejercer y demandar un ejercicio de
autoridad conforme con el ideal cristiano de la autoridad como servicio.
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