Quien haya
visitado familias o personas en zonas rurales podrá tener presente la
disponibilidad que dichas familias muestran para acoger a jóvenes que realizan
experiencias misioneras. Abren literalmente su casa a desconocidos, ofrecen su
mesa y su vivienda, privándose durante una o dos semanas de las relativas
comodidades de que disponen. La buena voluntad y la hospitalidad los
caracterizan. Todavía no han sido deformados por la desconfianza o la
indiferencia que aflige a nuestras grandes ciudades. Los gestos de las viudas
que aparecen en estos pasajes no son producto de la imaginación del escritor.
Esas mujeres hospitalarias y desprendidas siguen vivas no solamente en las
páginas bíblicas, sino en diversos sitios de nuestras comunidades. La viuda del
Evangelio encarna la confianza radical en el amor providente de Dios. Son un
llamado de atención a nuestra creciente sed de acumulación.
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