La
celebración de la Epifanía festeja el júbilo de una gran transformación. El
pasó de las tinieblas a la luz, de la ignorancia a la verdad es un cambio
radical, que solamente comprenden quienes han atravesado situaciones muy
dolorosas; quienes se han liberado de una dependencia o de una situación de
violencia lo podrán entender. La luz del Evangelio es la luz de Jesucristo, de
nadie más. Sus seguidores somos apenas pálidas sombras de la verdadera luz del
Mundo. En no pocas circunstancias nos hemos convertido en la iglesia en
anti-testimonio y negación de la luminosidad de Jesucristo. Escándalos de todo
tipo siguen afeando el rostro de nuestra Iglesia. Lo reconocemos con pena. La
aceptación y el arrepentimiento de los delitos y pecados contra las víctimas
solo será creíble cuando realicemos las transformaciones urgentes para que toda
esa oscuridad no vuelva a lastimar a los pequeños. Quien hace violencia a los
pequeños es seguidor de Herodes y no de Jesucristo.
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