viernes, 18 de enero de 2019

UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO 20190120



Cuando los creyentes hablamos de nuestra relación con Dios es oportuno recurrir al lenguaje de los símbolos y las comparaciones. No podemos comprender a Dios como entendemos el resto de las realidades tangibles. Entre Dios e Israel han existido periodos de armonía y otros de tensión y desencuentro. Dios se presenta como un marido que disfruta de "la luna de miel" con su pueblo. Ese periodo ideal implica la consolidación de unas relaciones justas y pacíficas entre los hijos e hijas de Israel. Dios se complace más en que sus hijos se amen que en las ofrendas y sacrificios que le presenten en el templo. Cuando los discípulos de Jesús aprendamos a vivir en la confianza, poniendo en obra la actitud que María, la madre de Jesús, asignó a los sirvientes de la boda: "hagan lo que él les diga", abundará el vino bueno de la paz y la armonía.

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