La justicia
para que haga honor a su nombre, tiene que ser pronta. En el largo plazo todos
estaremos muertos y es legítimo un genuino sentido de la urgencia y la
oportunidad a propósito de la administración de la justicia. El Señor Jesús no
ofrece una salvación que tendría lugar luego de la muerte. Todas las
situaciones de desgracia y malestar pueden ser alcanzadas por la fuerza del
Evangelio. La auténtica evangelización jamás se desentiende de las genuinas
esperanzas y aspiraciones de la humanidad. La migración, la violencia, el
desempleo, el racismo y otros tantos problemas son desafíos que apelan al
discípulo de Jesús.
Ninguna persona será capaz de resolver de manera aislada
tantos problemas que aquejan a nuestra sociedad mexicana. Los arrebatos
mesiánicos de quienes imaginan transformar toda la problemática social en un
lapso corto de tiempo reflejan una visión superficial de la realidad.
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